

Fabián pone al PSG rumbo a la final de Múnich
El 1-0 del español facilita el triunfo del equipo de Luis Enrique sobre un revoltoso Arsenal. El conjunto francés buscará ante el Inter su primera Champions

Fabián Ruiz se elevó a medida que crecía el desafío. Es difícil ver futbolistas con un cuerpo tan grande desplazarse tantas veces por el campo en todos los planos de la acción, con tanta abnegación, soportando la fatiga y el dolor en sucesivas series de esfuerzos sordos que solo pueden explicarse desde una necesidad de altruismo. Su gol, el gol que abrió el marcador, fue un premio a ese carácter solidario que contagia a todo el Paris Saint-Germain. El sevillano lo celebró con rabia, arrodillado frente a la multitud enloquecida, como si supiera que acababa de dar un golpe decisivo. Fue el prolegómeno del desenlace de una semifinal de Champions que provocó un choque de trenes. Cayó el Arsenal, que empeñó fuera de casa el coraje que le faltó en la suya. Se impuso el equipo de Luis Enrique, el más atrevido del campeonato, más que revelación, disrupción y amenaza de poder hegemónico en Europa.


“Este club y esta afición se merecen conseguir la Champions por primera vez”, dijo el técnico, cuando el estadio se vaciaba y se acercaba su cumpleaños, pues cumplió 54 años este jueves. “Nuestro objetivo es hacer historia. Y espero que a partir de ahora podamos intentar ganarla cada año”.
Cada temporada gesta su gran temporal. El partido del Parque de los Príncipes reunió todas las condiciones que empujan a las confrontaciones épicas. El PSG no sabe ni quiere jugar a otra cosa que al vértigo. En la ola de entusiasmo que ha gestado entre sus aficionados no se podía permitir bajar el ritmo para administrar la ventaja. El Arsenal, normalmente calculador, se vio obligado por el 0-1 de la ida a revolucionar los motores. Los Kroenke, los dueños estadounidenses del club, pidieron a la secretaría técnica que presionara al entrenador, Mikel Arteta, para que quemara todo el combustible a disposición. Evitar bloques medios y bajos. Nada de micropartidos de dosificación. Querían presión a destajo. El premio del éxito se anunciaba fastuoso desde el martes. La constatación de que el ganador disputaría la final con el Inter instaló en los dos contendientes la convicción de que quien saliera triunfador de París levantaría la Copa de Europa en Múnich. El Santo Grial de dos de las instituciones deportivas más ricas del mundo que nunca han conseguido el trofeo.
El PSG y el Arsenal viven en otra dimensión financiera y futbolística. La máxima expresión de su opulencia son Odegaard y Vitinha. Maestros por antonomasia en el arte de salir de la presión, clave del dominio en el fútbol contemporáneo, pues desde hace una década los grandes equipos juegan a tener el balón y a evitar por todos los medios que el adversario se haga con él mediante persecuciones de hombre a hombre, cada vez más pegajosas.
Odegaard vs Vitinha
Entregado el Arsenal a presionar como lo hizo desde el arranque, los dos equipos se comprimieron en 40 metros para decidir quién mandaba, y en el centro de la espiral se encontraron Odegaard y Vitinha. Se perseguían, se hostigaban, se robaban la pelota y alternaban posesiones fulgurantes sin tiempo a pensar, pero ellos pensaban de todos modos. Durante los primeros quince minutos Odegaard se salió con la suya y colocó al Arsenal en el balcón del área de Donnarumma.
Donnarumma tuvo que sacar en largo. Omitiendo una de las señas de identidad del equipo, el portero italiano dividió la pelota en duelos aéreos. Ganaron Rice, Partey y Saliba, más potentes que sus contrapartes, y entre Martinelli y Saka comenzaron a percutir sin tregua contra Hakimi y Mendes, dos laterales de época. Los mano a mano se acollararon. La grada vibró. Rice estuvo a punto de encontrar la escuadra con un cabezazo a centro de Saka. Se sucedieron una serie larga de saques de banda, y Partey se reveló como un arma inesperada colgando centros con las manos y Martinelli disparó a bocajarro aprovechando un rebote. Donnarumma lo sacó como pudo. El portero fue igual de determinante para desviar un tiro raso de Odegaard bien dirigido a la cepa del palo.
El PSG se vio más dominado que nunca. Al Arsenal solo le faltó encontrar mejores posiciones entre sus rematadores, bien cubiertos por Marquinhos y Pacho, y bien filtrados entre líneas por Fabían, Vitinha y Neves, tres turbinas atentas a cortar pases y fastidiar iniciativas. Si Martinelli hubiera tirado la diagonal con la frecuencia con que lo hizo Saka desde la derecha, el PSG se habría fracturado. Pero Martinelli no se atrevió a dejar la raya por temor a entregar la banda a los ataques de Hakimi, ya que Lewis-Skelly, el lateral izquierdo del Arsenal, se unía al mediocentro por sistema.
“No jugamos el partido que nos habría gustado jugar en la primera parte”, dijo Luis Enrique. “Pero a veces los rivales te obligan a hacer cosas que no te gustan y tienes que adaptarte”.
El PSG solo pudo desplegarse cuando los invasores aflojaron la presión por agotamiento, transcurridos 20 minutos extenuantes. Comenzó entonces el show de Kvaratskhelia. Pegado a la izquierda, el georgiano desplegó su batería de fintas hasta ir sembrando la alarma en todas las líneas visitantes. Estrelló un balón en el palo mientras Timber, Odegaard, Saliba, Saka y Partey se arremolinaban a su alrededor por turnos. Ahí había un hombre desatado al que intentaban acorralar. La consecuencia fue que dejaron libres a Doué y Barcola en los carriles centrales. La bisoñez atenazó a los dos canteranos. Perdieron demasiados balones sencillos. Desperdiciaron dos mano a mano con Raya. No rompieron el candado hasta que Kvaratskhelia no sufrió una falta de Rice y Vitinha se arremangó. Los defensas rechazaron el lanzamiento y la pelota le cayó a Fabián, que tranquilamente, con la serenidad del iluminado, armó la pierna al borde del área y colocó el proyectil.
Arteta: “Donnarumma les ha ganado la eliminatoria”
El Arsenal salió del descanso arrebatado. Kvaratskhelia lo volvió a castigar con otra incursión que concentró la presión de los defensores antes de habilitar a Dembélé. El atacante, que sufrió una lesión en la ida, entró en la segunda parte. Justo a tiempo para explotar el terreno baldío que liberó Kvaratskhelia allá donde él no parecía una amenaza inminente. Dembélé jugó con Hakimi, que metió el 2-0 después de tirar la diagonal en otra consecuencia de la desbandada que provocaba el georgiano en el otro flanco.
Vitinha lanzó mal el penalti que pudo liquidar el partido. Apenas le quedaba un hilo de esperanza al Arsenal cuando Trossard profundizó y posibilitó que Saka peleara con Saliba por el balón y empujara el único tanto de su equipo en la eliminatoria.
Arteta se encogió de hombros, tras el pitido final: “A ellos les ha ganado la eliminatoria Donnarumma, que ha sido el mejor jugador de los dos partidos. Esto no va de méritos. Estos partidos se deciden por la eficacia en las áreas”.
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