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El método educativo opuesto al atracón de la Selectividad que un instituto de Barcelona ha copiado de California

El instituto escuela Les Vinyes, en Castellbisbal, implanta las llamadas presentaciones de aprendizaje, una técnica que refuerza el protagonismo de los estudiantes. La iniciativa ha empezado a extenderse a otros centros

Bruna ensaya su presentación de aprendizaje delante de dos profesores y varios compañeros, el 7 de mayo en el instituto escuela Les Vinyes, en Castellbisbal (Barcelona).
Ignacio Zafra

Bruna tiene 15 años, está de pie, en medio del aula, a punto de hacer una de esas cosas que se ven pocas veces en un centro educativo. Va a contarle al público que tiene delante qué cree que ha aprendido este curso, quién le ha ayudado a hacerlo, cómo se ha sentido y cuál ha sido su relación con sus profesores y compañeros. Todos los estudiantes de la ESO del instituto escuela público Les Vinyes, en Castellbisbal (Barcelona), realizan una de estas “presentaciones de aprendizaje” ante un grupo de docentes, familiares y otros estudiantes en la recta final del año escolar, después de haber pasado cuatro o cinco días preparándolas.

Como Bruna está en cuarto y Les Vinyes no tiene estudios postobligatorios (Bachillerato o FP), esta será su última presentación, lo que la llevará a reflexionar sobre toda su secundaria. “Yo vine aquí desde un instituto, digamos, normal, donde hice primero de la ESO. Creo que lo más importante que he aprendido en estos años ha sido a comunicarme, a expresar mis ideas y lo que siento. Y a decirlo con palabras ricas, con las palabras correctas”, afirma.

El número de personas que asiste a cada exposición es variable. Pueden ser tres o 30. “Las presentaciones se parecen a los estudiantes. Hay alumnos que tienen muchos amigos y quieren que todos estén presentes, o que invitan a sus abuelos y hermanos, a una maestra que tuvieron en primaria, o a su entrenador, y eso está bien. Y hay estudiantes que tienen muy pocos amigos, y no hay nada malo en eso. Sus presentaciones son mucho más reducidas, más íntimas, lo cual también está bien”, dice Sergi del Moral, director de Les Vinyes.

“Obviamente, no todo es genial. A veces hay alumnos que querrían que viniera más gente y no vienen por los motivos que sean, y uno de los trabajos del equipo docente es estar atento para que las presentaciones no supongan la mínima fricción en este y otros sentidos”.

Las exposiciones son en junio. Lo que Bruna está haciendo hoy es más bien un ensayo, o una demostración delante de dos profesores, seis amigos, un fotoperiodista y un reportero. Y aunque después de unas frases la emoción ha subido algunos grados, no es nada, coinciden los presentes, comparado con lo que ocurrirá en unas semanas.

“El último curso tiene un carácter más retrospectivo del paso de los estudiantes por Les Vinyes. Y aunque se llora en todos los cursos, en cuarto se llora un montón. También porque los alumnos son más mayores, más maduros, y dicen cosas brutales. Estaría bien que se hiciera una serie del tema de la adolescencia, pero que hablara de esto, no de alguien que comete un asesinato”, dice Del Moral.

La presentación es oral, pero la idea es que los estudiantes muestren una selección de sus “creaciones”. En el caso de Les Vinyes es fácil porque los chavales trabajan 10 horas a la semana en proyectos de larga duración. Y construyen, por ejemplo, pequeñas catapultas, editan libros breves (con una factura que parece profesional), organizan exposiciones, o escriben y representan obras teatrales ―la actividad favorita de Carla, que también termina este año la ESO, fue precisamente una obra que montaron, después de entrevistar a sus abuelos, utilizando su memoria (y la de sus bisabuelos) para crear un texto literario sobre la Guerra Civil y la posguerra―.

Dos alumnas de primero de la ESO prueban la catapulta que han construido en el instituto escuela Les Vinyes.

Los chavales tienen margen para definir su presentación, pero estas tienen una estructura definida y los profesores les acompañan en su elaboración. El acto comienza con la introducción de un compañero, para partir con cierta solemnidad. El estudiante cuenta lo que ha aprendido a nivel académico, social y emocional.

A continuación, se inicia una conversación, en la que primero hablan los profesores y van sumándose los demás invitados. “Vimos que si no dábamos una estructura clara se tendía mucho al relato emocional, que es fantástico, pero puede ser bastante inconcreto”, dice el director. Según el curso, duran, en total, entre 30 y 45 minutos.

Una red en California

Les Vinyes, que está en Castellbisbal, un pueblo de 12.000 habitantes cercano a Barcelona, puso en marcha las presentaciones hace cinco años, después de descubrir (a través del documental Most likely to succeed) que las utilizaba una red escolar de San Diego (California), llamada High Tech High. En el centro catalán ―que para entonces llevaba tiempo aplicando un modelo educativo encaminado, en palabras de su director, “a que el alumnado comprenda qué está aprendiendo, por qué está aprendiendo, cómo se aprende, cómo podría aprender mejor, qué cosas se le dan bien de manera natural y qué cosas debe reforzar”― se quedaron impresionados con el cierre de curso que hacían esos colegios estadounidenses.

Así que primero se dedicaron a visualizar toda la información que habían ido publicando y después fueron a conocerlos. “Hemos ido a San Diego dos veces, pagado con nuestros riñones, en vacaciones de Semana Santa”, dice Del Moral.

La idea inicial era implantar las presentaciones de aprendizaje en un curso para probar. Pero el claustro se entusiasmó tanto que arrancaron en toda la ESO a la vez. Desde entonces, otros siete centros educativos catalanes, integrados como Les Vinyes en la red escolar Futurs de l’Educació, las han puesto en marcha.

Un ‘feedback’ poderoso

Las presentaciones ayudan, cree Del Moral, a generar una comprensión más profunda. “Aprender, por ejemplo, a hacer ecuaciones, pero también por qué son relevantes, por qué es necesario aprenderlas. El aprendiente tiene que ser capaz de responder a estas cosas, de lo contrario, se le ha enseñado una técnica para unos problemas que no conoce”.

El profesorado también se beneficia: “Escuchar constantemente a los alumnos contar en qué aprenden y en qué no aprenden es un feedback poderosísimo, aunque a veces también doloroso”.

Las presentaciones tienden a ser muy sinceras. Por ello, se insiste a los chavales en que cuiden las formas y planteen las críticas de forma constructiva. También es útil para las familias, continúa Del Moral, que normalmente, como mucho, tienen cierta idea de lo que están aprendiendo sus hijos, pero no de cómo lo hacen, ni por qué.

Las presentaciones pueden adaptarse en muchos aspectos. En Les Vinyes, por ejemplo, no se califican (en algún instituto de EE UU, sí), aunque en ciertos casos pueden ayudar a inclinar la balanza en la evaluación del curso, que se está produciendo en paralelo.

Sirven, dice Del Moral, para un centro de composición social media como el suyo, pero también para otros de mayor complejidad (como prueba el caso del instituto Ca n’Oriac de Sabadell, que también las usa). Es independiente del tipo de proyecto educativo que tenga el instituto, siempre y cuando incluya la llamada evaluación formativa, “en la que el estudiante tiene un papel relevante a la hora de decidir si está aprendiendo o no, aunque al final la nota la pone el profesorado”.

Un aula de primero de primaria en el instituto escuela Les Vinyes

Lo más complicado

Lo más difícil, asegura Xavier Ros, director del instituto público de Matadepera (Barcelona), que empezó a implantar de forma escalonada las presentaciones en 2021, es lograr “que los chavales arranquen y hagan su propia reflexión sobre el aprendizaje”. “Con todo, suelen salir bien, aunque el primer día no lo dirías. Y funciona en chavales académicos, que disfrutan contando que han trabajado mucho, pero también en los que han trabajado poco, sobre todo si han tenido momentos en que lo han hecho mejor y pueden destacar”.

Una vez que está rodado, y tanto los estudiantes como el profesorado han interiorizado el proceso, agrega Marta Pujadó, coordinadora pedagógica del instituto escuela Vapor i Molí, situado en el distrito de Sant Andreu de Barcelona, “hace que el alumnado se haga más responsable de su propio proceso de aprendizaje y se marque objetivos para ir avanzando”.

Las presentaciones pueden verse, concluye Carles Monereo, catedrático de Psicología de la Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona, como lo opuesto al atracón de empollar que implica preparar la Selectividad, que obliga a acumular muchos contenidos en poco tiempo, “aprendiéndolos con pinzas, lo que hace que muchas veces se pierdan con un golpe de viento”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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