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Madrileños: un retrato de la ciudad a través de 50 personas nacidas en la capital 

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Madrileños: un retrato de la ciudad a través de 50 personas nacidas en la capital 

Hemos recorrido sus 21 distritos en busca de la enorme diversidad de una urbe en constante transformación

Dicen que madrileño es el que elige vivir en Madrid. Aunque ser acogedora es parte de su identidad, resulta que casi la mitad de sus actuales habitantes (el 46,5%) han nacido además en el municipio. ¿Quiénes son? Hemos salido a buscarlos por los 21 distritos para ver qué piensan de su ciudad. Tirando de estadísticas, hemos retratado a 50 personas que representan todas las franjas de edad, muchos barrios y profesiones. También la enorme diversidad de una urbe que, en palabras de algunos de los entrevistados, es un ente vivo que no para de transformarse y una capital en la que, a pesar de sus inconvenientes, cualquiera puede encontrar algo que sienta como propio. Una ciudad muy chula con vecinos que van más allá del tópico.

Reyes Eguilior 1

44 años

Consultora en Customers Room

Reyes Eguilior, en el bar El Chirivito de Prosperidad.

“Siempre busco un bar de referencia donde sepan mi nombre. Ahora que vivo en Prosperidad es El Chirivito. Yo crecí en el barrio de Salamanca cuando había pescaderías, quioscos y hasta una lechería en Claudio Coello. Podías bajar a por pan y dejarlo a deber. Luego empezó a transformarse, llegó el ultra lujo, brotó la Milla de Oro, las tiendas imposibles… Perdió un poco el alma, pero ganó otras cosas. ¡Ya no hay zapatero, pero tienes Louis Vuitton! En serio: se hizo cosmopolita antes que otras zonas. Eso sí, los extranjeros ricos están copando los pisos y muchos de los que nos criamos en Salamanca o Chamberí nos hemos venido a Prosperidad, que no es tan pijo ni tan caro. ¿Existe un pijo prototípico madrileño? Claro. Tengo muchos amigos así. Algunos, más viajados tienen la mente más abierta, otros no han cambiado en nada y son un poco casposetes".

An Wei 2

33 años

Artista plástico

An Wei, en su estudio en el barrio de Urgel.

“Mis padres vinieron de China en 1974 y montaron un restaurante. Yo era el único chino de mi cole de Chamberí, ahora cuando llevo a mis sobrinos veo que está mucho más normalizado. Aunque en la calle aún me preguntan de dónde soy, o me hablan en inglés en los museos, de mis diez amigos cercanos, solo dos somos de Madrid, es gracioso que uno sea chino. Para los artistas, Madrid es una ciudad muy amable, todavía puedes encontrar estudios a precios asumibles en barrios como Urgel. El mío era un garaje, la luz me da igual, sin contacto con el exterior trabajo en un limbo continuo, es bueno para la producción. Mi museo favorito está en la periferia: el CA2M, el Centro de Arte Dos de Mayo, que es el más arriesgado. La ciudad cada vez es más normativa, pero si yo fuese de fuera, querría venir”.

Dani Stix 3

27 años

Baloncestista del CD Ilunion

Dani Stix en Lavapiés, donde vive.

“Nací en el hospital Gregorio Marañón y allí pasé mi primer año y medio de vida. Tuve el cáncer infantil que me lesionó la médula. Me gusta mucho rodar por la calle y Madrid está continuamente adaptándose para romper barreras. Ahora vivo en Lavapiés, me pilla cerca de la Fundación Once en cuyo equipo de basket juego. El barrio representa Madrid a la perfección: es alegre, internacional, lleno de cultura, divertido, se come fenomenal… Lo peor son las cuestas, pero qué quieres, es un barrio muy antiguo y la accesibilidad no es la mejor. Mis padres viven en Houston y la nostalgia de Madrid es un monotema. Cuando estás lejos echas de menos andar por la calle, la calidad de vida, el transporte público y, por supuesto, la sanidad pública. A mí me salvaron la vida”.

Juanª Donado Peris 4

23 años

Modelo y artista

Juanª Donado Peris, en la trasera de la Gran Vía.

“Nací en Madrid, crecí en Miraflores de la Sierra y ahora he vuelto. Tras una infancia feliz aislada en el campo, a los 18 años me apetecía mucho mudarme a la ciudad, principalmente para hacer vida social y estudiar Bellas Artes. Vivo por el Bernabéu, pero es un barrio conservador, soy más de moverme por el centro de las modernas: Tribunal, Malasaña, Chueca… También me gusta Opañel, donde tengo el estudio, y Oporto, Legazpi o Carabanchel, barrios periféricos que cada vez son más alternativos. En Madrid es muy guay llevar las pintas que quieras y que nadie te mire raro (aunque depende del barrio claro), incluso es habitual que te paren para decirte que les gusta lo que llevas. Del campo echo de menos que aquí casi no me entero del paso de las estaciones. Me encanta el otoño y aquí me lo pierdo”.

Emilio López Salas 5

58 años

Trabajador en Cáritas Española

Emilio López Salas, en la finca de Vistalegre de Carabanchel.

“Me siento más carabanchelero que madrileño, nací en el hospital militar Gómez Ulla, porque mi padre era Guardia Civil, y aquí sigo. Estudié Geografía e Historía. Sin salir de de Carabanchel puedes hacer un recorrido desde el yacimiento neolítico del parque de San Isidro hasta los edificios, galería y locales del siglo XXI que hicieron que la revista Time Out lo nombrase el tercer barrio más cool del mundo hace un par de años. Siempre ha sido un lugar donde la gente ha venido a vivir, hasta los reyes que lo eligieron como espacio de recreo para sus palacetes…. Pero hemos tenido mejor y peor fama: la droga, el chabolismo... realidades que han mejorado mucho. Ahora está empezando un problema bien distinto: la gentrificación”.

Hajar Brown 6

29 años

Actriz e ingeniera

Hajar Brown, en Carabanchel.

“No hay mejor ciudad que Madrid. Tiene algo especial, siento que en ella cabe todo y que acoge muchas realidades. Y eso me hace sentir cómoda porque, habiendo crecido en una familia de migrantes [sus padres nacieron en Marruecos] y haberme sentido un poco raruna o no del todo aceptada, aquí siempre encontré algo que me pertenecía. Cuando viajo me dicen que se nota que soy de Madrid, por mi acento y por mi actitud; tenemos esta fama de echaos pa’lante, ese flow… Soy muy de este ajetreo, pero con magia, de las noches sin dormir… Soy tan de la ciudad, fíjate, que hasta trabajo en el Metro de Madrid [como ingeniera civil]. Soy la mayor de tres hermanos. Nací en Puerta del Ángel [distrito de Latina], luego nos mudamos a San Blas y ahora vivo en Carabanchel. Resolví mi crisis identitaria el día que abracé el hecho de que soy una madrileña, española, de origen marroquí; así me quiero expresar. No me gusta que Madrid se esté haciendo elitista, que la subida de los alquileres te empuje a irte a las periferias, por pura supervivencia. Yo, que siempre he sido de zona A [la de la tarifa del bono de transportes que permite moverse por la ciudad], pasar a la B1 o B2 [las que amplían el área de movilidad a los municipios del extrarradio] creo que me supondría otra crisis de identidad”.

Eduardo Luna 7

18 años

Estudiante de FP de albañilería

Eduardo Luna, en un rincón del barrio de Vicálvaro.

“Soy de Puente de Vallecas. Mi madre es trabajadora social y mi padre, fontanero. Por ahí me viene el gusto por el gremio. He aprendido con mi padre, ahora hago un curso de FP básica en la Fundación Laboral de la Construcción y después empezaré un ciclo de grado medio de fontanería. Quiero trabajar en Madrid, es mi ciudad, y la oportunidades de empleo que hay aquí no las hay en otros sitios. Vamos, que he nacido en Madrid [sus padres y abuelos también, es un auténtico gato] y mi idea es morir en Madrid. La ciudad es única: la gente, el ambiente, las urbanizaciones… ¿Una cosa mala? Está muy llena. Hay mucha gente”.

Fernando de Córdoba 8

37 años

Estratega de marca

Fernando de Córdoba, en el puente de Canillejas.

“Me encantan los barrios. Me crié entre Carabanchel y Aluche. Ahora vivo en San Blas y me siento afortunado de poder bajar a comprar el pan, un libro o unos tornillos a dos calles de mi casa. La ciudad de los 15 minutos existe de toda la vida y se llama barrio, lo que hay que hacer es llevar el concepto a los nuevos desarrollos y que no se pierda en los lugares que se están turistificándose. Porque hemos entregado el centro a los turistas, pero sigue desordenado y sucio. Lo hemos sacrificado para nada. Desde este puente peatonal de Canillejas sobre la A2 [en la foto] se puede ver la cantidad de coche que inyectamos cada día a la ciudad. Sobran coches, circulando y aparcados. Imagino una ciudad con más espacio peatonal, más árboles y aceras más anchas, con más fuentes de agua y parques, plazas o bibliotecas donde poder estar sin tener que consumir".

Manuel Alejaldre Núñez 9

5 meses

Lactante

Manuel Alejaldre Núñez, en el bar Trava que tienen sus padres en La Latina,

Es uno de los más de 25.500 bebés que nacen en Madrid capital al año (la mitad de todos los de la Comunidad). Se ha pasado los primeros meses de vida en el bar Trava, de La Latina, que sus padres Ana y Juan abrieron poco antes del parto. “En Madrid es más fácil tener un niño que abrir un negocio”, dice ella. Todo fue bien en la Jiménez Díaz, donde nació el niño; están contentos con el centro de salud de Lavapiés (donde vivió la bisabuela del niño, Marcelina), y dicen que “con el carrito adecuado”, es decir el más pequeño y ágil, no es tan difícil moverse por el centro. Un problema: han echado los papeles para las tres “maravillosas” escuelas públicas infantiles que les pillan cerca, pero no hay apenas plazas para septiembre y ya están buscando en las privadas.

Anaïs Pinilla Berdeal 10

31 años

Maestra y bailarina de folclore madrileño

Anaïs Pinilla Berdeal posa en Usera con el traje goyesco tradicional de Madrid.

“Crecí en Usera, viví durante algún tiempo en La Latina y luego volví a mi barrio. Estudié Magisterio de Educación Infantil, estoy opositando y en la lista de interinos. También tengo la carrera del Conservatorio Profesional de Danza, y a eso me dedico ahora: doy clase de danza en un colegio. Con 19 años, una profesora me animó a unirme a la Asociación de Coros y Danzas Francisco de Goya, probé —en el conservatorio veías folclore de muchos sitios, pero no baile goyesco, que es el folclore de Madrid— y hasta hoy. Yo soy gata (mis padres y abuelos son de Madrid), así que tiene sentido, ¿no? Además, de esta ciudad me gusta todo: sus tradiciones y su cultura, por supuesto, pero también la variedad. Puedo estar en Usera, que es de una manera, y en diez minutos estoy en el centro, que es un entorno completamente distinto, con gente diferente, una ciudad que parece otra”.

Virginia Morales Manzanares 11

37 años

Primera bombera especialista del Ayuntamiento

Virginia Morales Manzanares, en el parque de Bomberos de Villaverde.

“Yo crecí en Ciudad de Los Ángeles y sigo viviendo en Villaverde. De pequeña, tampoco te das mucha cuenta de dónde vives; como todos los críos, disfrutas de la vida de barrio, de poder bajar al parque con los amigos… Ya de adolescente, pues coges el metro, sales fuera y ves todas las posibilidades que tiene Madrid, que te ofrece infinitas opciones… Yo siempre he sido muy deportista [licenciada en INEF, ha jugado en la Segunda División femenina de fútbol] y mi sueño era ser bombero, pero tenía que ser en el Ayuntamiento de Madrid; ni se me pasó por la cabeza probar en ningún otro sitio. Uno de mis tatarabuelos fue cornetista [del cuerpo de bomberos] del Ayuntamiento [se transmitían las órdenes con este instrumento]. Pero de eso me enteré cuando ya estaba dentro, durante la formación. Ahora acabo de tener un hijo y aquí ando, amoldándome, porque esto es una odisea, es parecido a opositar a bombero…”.

Óscar Liébana 12

50 años

Pescadero

Óscar Liébana, en su puesto del mercado de Villa de Vallecas.

Los mercados son el corazón de los barrios. Mi padre abrió este puesto en el de Villa de Vallecas en 1962. Ahora lo llevamos mi hermano y yo. El barrio ha ido creciendo, hay mucha más competencia, pero a la gente al final le gusta la calidad y el trato personal. Estamos en el casco antiguo de Vallecas, que se ha ido haciendo viejo a medida que la gente joven se iba a las afueras del propio barrio, sobre todo al Ensanche de Vallecas. Pero me encanta que sigue siendo como un pueblo. Y el mercado es el centro, aquí te enteras de todo”.

Juan ‘el de la calle del Carnero’ 13

67 años

Anticuario

Juan en su establecimiento de El Rastro.

“Sé que doy el perfil de gitano del Rastro… cuando vinieron los de IKEA a rodar un anuncio me ficharon directamente. Me hicieron hablar en sueco y todo, nos hartamos de reír. Llevo toda la vida con las antigüedades y siento que la gente tiene cada vez menos gusto y te trastea más, intentando que bajes de 300 euros a 30, sin respeto, como si no me levantase cada domingo a las cinco de la madrugada. Madrid es amabilidad, pero el racismo seguirá in saecula saeculorum, aunque los gitanos hablemos latín y yo tenga tres sobrinos abogados".

Noelia López 14

39 años

Auxiliar administrativa

Noelia López y 'Vosgo', su perro guía, en Vallecas.

“Como ciega es importante tener supermercados, transportes o el médico al lado y en Vallecas lo tengo todo. Madrid está bien adaptado, pero siempre hay cosas mejorables, por ejemplo, el sonido de muchos semáforos se desactiva por la noche y es como tener toque de queda. Tengo dos hijos, de 6 meses y 10 años, y con el carrito o la mochila y el perro guía todo se complica. Si no hay ascensor en las bocas de metro tengo que buscar una ruta alternativa. El problema no son solo las aceras estrechas, si no que las anchas también están ocupadas por los alcorques, las terrazas, los carteles, los patinetes… Y luego hay cosas menos evidentes: en el centro el bullicio te desorienta, es difícil contar las bocacalles por el sonido, y a veces no hay rebajes en las aceras. A mi perrro Vosgo no le gusta mucho, trabaja, pero se pone nervioso. La gente es amable pero últimamente van todos flipados con el teléfono. Mi sitio favorito de Madrid es El Retiro, donde me encanta tirar fotos y subirlas a mis grupos de Whatsapp, con audio descripción para mis contactos que no ven”.

Violeta y Andrea Cúneo 15 y 16

50 y 33 años

Madre, actriz, e hija, dj

Violeta y Andrea Cúneo posan en un local de Malasaña.

Violeta, la madre, abandonó en cuanto pudo Argüelles, donde se crio, porque le parecía “muy conservador” y se mudó a La Latina, “donde había bohemia y color”. Habla como una escopeta de energía: “He tenido hasta cinco bares, incluido un after mítico, el Binomio, donde he criado a varias generaciones de crápulas. Lo más granado, maricas, transformistas, gente del clan Almodóvar... Ya no hay bares tan divertidos. La famosa noche de Madrid ha perdido autenticidad. Todo es más estándar. Ahora los locales clandestinos se anuncian como tales, porque no lo son. Ahora, como soy una señora de bien, dejé los bares y he abierto un pequeño teatro: El Caniche Rosa“. Su hija, Andrea, coincide desde la cabina de pinchadiscos en que la noche de Madrid ha perdido ”la permisividad y variedad" de cuando ella empezó a salir de adolescente ”en plena oleada de moderneo electropop”. Y añade: “Ahora, musicalmente, hay pocos garitos de electrónica seria. La escena se ha horterizado: en la mayoría de garitos suenan los mismos temas comerciales, sin criterio. También hay más pegas con las licencias y los decibelios, está todo más encorsetado. Pero no es cuestión de acabar con la noche, sino de insonorizar bien y poner porteros. Madrid no es la ciudad más vanguardista, no es Berlín, pero es muy sociable. Pides fuego en la puerta de un bar y acabas con esa persona de after. En eso sigue siendo especial”.

Fran López de la Fuente 17

19 años

Estudiante de Derecho y Filosofía

Fran López de la Fuente, en la Facultad de Derecho de la Complutense.

“No tenía clara la carrera —al final opté por el doble grado de Derecho y Filosofía, estoy en segundo—, pero sabía sin duda que quería estudiar en la Complutense. Por el prestigio y porque la vida universitaria, aquí como en ningún lado. Estás casi en el centro, tienes Moncloa al lado (para tomar algo después de clase el mítico Chapandaz y su leche de pantera a mi nunca me han fallado) y Gran Vía o Malasaña a 20 minutos. Madrid es una gran ciudad para ser estudiante, hay buen rollo, un centro súper bonito y un montón de facilidades: bibliotecas, centros de reprografía, oferta cultural… Yo vivo en Las Rejas [un barrio residencial cerca del aeropuerto] con mis padres. Lo prefiero a estar en el barullo. Tardo 55 minutos en autobús y metro a la uni, pero no me planteado mudarme pronto, estoy cómodo y tranquilo, aparte de que los alquileres son una locura”.

Brianda Fitz-James Stuart 18

41 años

Artista

Brianda Fitz-James Stuart es nieta de la Duquesa de Alba. Posa en su estudio de Ciudad Jardín.

Yo lo haría al revés: estaría durante la semana en el campo y vendría a la ciudad los fines de semana. Desde que me centré en la pintura, empecé a necesitar la naturaleza, además, supongo que por mi situación vital —tengo un hijo—, me harté un poco de la ciudad. Pero mi pareja es muy urbanita, así que he vuelto al barrio de mi infancia, a Ciudad Jardín [distrito de Chamartín], que es tranquilo, tengo el parque al lado, hay arbolitos, pajaritos… Comparado con otras ciudades en las que he vivido, Madrid es muy abierta. Al final, de mi grupo de amigas, yo suelo ser la única que es de aquí. De Madrid me encantan sus increíbles museos, su vida cultural… y como que siempre haces amigos, cada año conoces gente nueva”.

Geraldine Barbosa Córdova 19

14 años

Estudiante de ESO

Geraldine de Balbosa Córdoba en Ascao.

“Pasé mis dos primeros años de vida en Puente de Vallecas, luego estuve en Ecuador, cerca de la familia de mi mamá, y más tarde en Colombia; de allí era mi papá. Volví hace cinco años y ahora vivo y estudio en el barrio de Ascao [Ciudad Lineal]. De aquí me gusta la gente, los parques, estar con mis amigos… Yo me siento una mezcla de todo y, aunque quizá en general congenio más con latinos —los españoles muchas veces no son muy abiertos y yo soy muy extrovertida—, también tengo grupos de amigos que casi todos son nacidos aquí. Eso sí, en cuanto a comida prefiero la de Ecuador (el ceviche, el bolón) y la de Colombia: el ajiaco, la carne empanada, las marranitas…”.

Mario Sam 20

48 años

Agente de la Policía Municipal en la Comisaría de Usera

Mario Sam, en la Comisaría de Usera.

“Yo nací en Cuatro Caminos. Mi padre llegó en 1951 desde Guinea Ecuatorial con una beca del Gobierno español para estudiar Enfermería en el Ejército. Fue militar hasta que se casó con mi madre, manchega, y ha ejercido después toda la vida como enfermero. Tuvieron tres niñas —dos trabajan como conserjes y la otra de enfermera— y a mí, que siempre quise ser policía, desde pequeño. Pero no me animé a intentarlo hasta que tuve 26 años; antes, pues me había buscado la vida: fui futbolista semiprofesional, panadero… Siendo policía soy feliz: somos un servicio público que estamos para ayudar al ciudadano. Yo me hice policía por eso. Además, estar en el cuerpo me ha ayudado en mis peores momentos personales“.

José Antonio González 21

55 años

Hostelero

José Antonio González, en su restaurante, El Bierzo, en Chueca.

Segunda generación del restaurante El Bierzo, en Chueca. “Viví en Campamento [distrito de Latina] hasta los seis años, más o menos. Cuando yo tenía uno, mis padres abrieron el restaurante con mi tío y, todas las mañanas, veníamos los tres en autobús hasta Ópera y, luego, a patita hasta aquí. Muchas noches me llevaban de vuelta ya dormido en el autobús nocturno que se cogía en la Gran Vía. Luego ya nos mudamos aquí, a un piso en el mismo edificio donde está el restaurante. El cambio que ha pegado Chueca desde entonces ha sido la leche. En los ochenta, atravesar la plaza de Chueca para ir al colegio era un peligro, estaba lleno de yonquis, de camellos, era el centro de trapicheo… Yo lo vivía desde dentro, con mis amigos, que nos juntábamos todas las tardes a jugar en la calle. Pero claro, alguno de la pandilla cayó en las drogas y desapareció… Eso empezó a cambiar en los noventa, sobre todo cuando a finales de la década se convirtió en el barrio gay por excelencia. Nosotros lo hemos visto cambiar desde el restaurante, con clientes que llevan viniendo desde hace medio siglo. De Madrid me gusta todo y mi barrio, Chueca, no lo cambio por nada. Es verdad que está masificado, que los turistas están por todas partes, pero me da igual. Me encanta”.

Antonio Madrid Herreruela 22

75 años

Economista jubilado

Antonio Madrid Herreruela, frente al viaducto de Segovia.

“Esta ciudad es un ente vivo, no para de transformarse. Yo me siento del Madrid de los Austrias. Eso de La Latina es un invento de los jóvenes que lo llaman así por la parada de Metro, sin saber que viene de Beatriz Galindo, La Latina [cortesana de Isabel la Católica que se supone le enseñó latín] que fundó un convento por aquí. Mi lugar favorito son Las Vistillas, pero en fiestas mejor ni pasar. Yo nací en Madrid sin pretenderlo, no es una virtud, pero hay gente con ocho apellidos vascos que se considera madrileña, Madrid lo permite porque es una ciudad abierta. Eso sí, tenemos un patrimonio totalmente descuidado. Vivo en la Casa del Pastor, frente al viaducto, y el Ayuntamiento no se ocupa de conservar el antiguo escudo del constante vandalismo. Antes de que colocasen las mamparas de metacrilato en el viaducto había tres o cuatro suicidios al año, era un horror, llegué a pensar en vender la casa”.

Nora Pérez 23

49 años

Peluquera

Nora Pérez, en Malasaña, donde trabaja como peluquera.

“Fui una niña de San Ildefonso, huérfana de madre. Mi padre, funcionario en la cárcel de Carabanchel, me traía con mi hermano. Éramos solo tres tres niñas, las primeras, ¡entre 400 chicos! Entonces ni nos dejaban cantar la lotería, pero mi padre me llevaba todos los sábados a ver el sorteo. Mi hermano cantó el Gordo del 82. Yo sigo tragándome el de Navidad, me trae recuerdos. Nací en Malasaña y es donde empecé a trabajar. A finales de los noventa, cuando abrimos en el mercado de Fuencarral, éramos la única peluquería moderna del barrio. ¡Con las que hay ahora! Me sigue encantando trabajar por aquí, el bullicio, la variedad de gente… Pero ahora vivir en el centro me agobiaría. Hay demasiado turista. Cuando salgo de trabajar prefiero irme directa a Aluche, llego a casa y estoy rodeada de parques para sacar el perro y relajarme”.

Carolina Pérez de la Campa 24

54 años

Médico de familia en el Centro de Salud de Las Tablas

Carolina Pérez de la Campa, en Las Tablas, el barrio donde vive y trabaja.

“Mi padre y mi abuelo son médicos y en el edificio donde vivíamos prácticamente todos lo eran, porque lo construyó la Previsión Sanitaria, que era una especie de aseguradora del sector. Había piscina, un parque, pistas de baloncesto, y todos los vecinos teníamos mucha relación: hacíamos cenas, reuniones, viajábamos juntos… Tuve una infancia muy buena, muy afortunada en un sitio donde lo natural era ser médico… Como médica de familia llevo más o menos 25 años y en ese tiempo he visto cambiar la profesión a peor, con menos recursos, tenemos una sobrecarga asistencial brutal. Y eso que aquí, en Las Tablas, como muchos vecinos tienen seguros privados, es un poco menor. Yo me vine a este barrio de extrarradio [es uno de los más nuevos de la ciudad, está al norte de Chamartín, en Fuencarral-El Pardo], donde todo es mejor para los hijos, por motivos familiares, pero en realidad yo prefiero el centro. En general, de Madrid me gusta todo: tienes oferta cultural y gastronómica, y llegas en cuatro o cinco horas a cualquier otra parte de España”.

Ricardo Blanco 25

42 años

Periodista y autor del libro Esto también es Madrid

Ricardo Blanco en Vicálvaro.

“En el confinamiento hice unos hilos en redes sociales sobre los antiguos pueblos absorbidos por la ciudad, como Vicálvaro o Carabanchel, por los que me llamaron primero de la Cadena Ser para hacer una sección en la radio y luego de la editorial La Librería para encargarme el libro Esto también es Madrid. Me gustan los barrios olvidados, esos de los que solo lees cuando ocurre un suceso, pero en los que hay de todo: el edificio más antiguo de Madrid está en Carabanchel no en el centro, en la Alameda de Osuna hay un castillo medieval y en Hortaleza, un silo de principio del siglo XX. Hay mil sitios que ver en la periferia y, además, el centro está tan lleno... No todo está dentro de la M30, mira la plaza de Vicálvaro, es como un pueblecito, incluida la campana y el nido de cigüeña”.

Cristina y José Enrique Ramírez 26 y 27

40 y 37 años

Guitarreros

Cristina y José Enrique Ramírez.

“Somos del barrio de Chamartín, pero el taller [de Guitarras Ramírez, casa cuyo origen se remonta a 1882] está en Tetuán y la tienda, en el centro de la ciudad. Somos la quinta generación del taller. Construimos guitarras españolas y flamencas de forma artesana. La clave que siempre nos han transmitido es que te tienes que adaptar a la forma de tocar del músico en cada momento, debes conseguir que le guste lo que haces; trabajas para él”, comienza José Enrique. Y sigue Cristina: “Madrid es nuestro espacio, por su clima y su nivel cultural. Aquí está, por ejemplo, la Escuela de Guitarreros de Madrid, de la que somos parte, una de las más importantes del mundo. Esta empresa no se entiende fuera de Madrid. Y a nivel personal, es que tiene muchísima oferta de todo, aunque es verdad que se está poniendo cada vez más difícil disfrutarla porque se está poniendo muy cara. Además, el paisaje del centro cada vez se está convirtiendo más en algo estándar; da igual estar en París, Praga o Londres, porque al final a los negocios tradicionales les es imposible mantenerse”.

Carmen Nanclares, Silvia Escudero, Jimena Nanclares y Silvia Nanclares 28, 29, 30 y 31

17, 77, 14 y 50 años

Abuela, hija y nietas

Desde la izquierda, Carmen Nanclares Sánchez, Silvia Escudero, Jimena Nanclares del Palacio y Silvia Nanclares Escudero, en Moratalaz, con el Pirulí al fondo.

Silvia Escudero es secretaria jubilada: “Cuando nos mudamos a Moratalaz en los setenta era todo nuevo, había calefacción central, una maravilla, pero faltaban servicios y estuve muy involucrada en la lucha vecinal. Fueron unos años muy bonitos, conseguimos muchas cosas. Mi madre y mi abuela eran también de Madrid, del Rastro, así que me da mucha alegría que mis tres hijos y cinco nietos se hayan quedado todos en la ciudad". Su hija Silvia, escritora, acaba de publicar el libro Nunca voló tan alto tu televisor sobre aquella época fundacional del barrio en el que se crio y su obsesión infantil con el Pirulí: “Era una presencia marciana que rompía la uniformidad de las colmenas de bloques y los descampados”, dice. “Recuerdo mucho barro en la calle. Yo creía que la infancia era el barro, pero tengo hijos de asfalto a los que estoy criando en Cascorro. Ese camino de la periferia al centro, saltando la M30, lo hicimos muchos de mi quinta. Ya no se puede. Aunque ahora, objetivamente, en Moratalaz se vive y, sobre todo, se cría mejor, hay más calidad del aire, menos coches, más espacio para jugar… El barrio está envejecido, pero algunos de los que nos fuimos, al tener hijos, estamos volviendo". En el Moratalaz del siglo XXI vive su sobrina Carmen que estudia segundo de Bachillerato: “Me gusta pasear con las amigas, ir a centros comerciales... Mi barrio no es el más animado, pero han abierto sitios que ni te podías imaginar aquí, como un local de boles de frutas y batidos tropicales. Eso sí, echo de menos más instalaciones deportivas”, dice. Tanto ella como su prima Jimena, que vive en el centro, afirman que Madrid es una gran ciudad para ser adolescente, sobre todo, porque el transporte público te permite no depender del coche. “Y en poco tiempo estás en cualquier sitio”, dice.

Carmen Alonso Berlinches 32

58 años

Mercera

Carmen Alonso Berlinches, en la tienda que regenta en Arganzuela, la Mercería Berlinches.

“Mi abuelo puso el dinero para abrir esta mercería hace medio siglo [en la calle de la Arquitectura, en el distrito de Arganzuela] y por eso tiene su apellido. Mi padre la llevó hasta que se jubiló y luego la cogí yo. Estudié Derecho, pero luego tuve una hija, después me separé… Yo ahora vivo aquí, pero crecí al otro lado del río, en el barrio de Batán. Me acuerdo de ir con mi madre a comprar a tiendas pequeñas, y eso ya no existe; la gente trabaja y compra donde puede. Entonces, la gente también cosía, se hacía sus propias prendas…, pero ahora ya solo vendemos lo más básico, los hilos… De Madrid me gustan mucho los parques, hay muchos y muy distintos. ¿Lo que no me gusta? No sé… Los políticos, que están todo el día discutiendo”.

Isabel Sánchez Martín 33

66 años

Empresaria

Isabel Sánchez Martín, en el parque de El Retiro.

“Me he movido mucho: La Elipa, Aluche, Quintana… Hace unos años conseguí mudarme a Arturo Soria, donde siempre había soñado vivir, una zona muy tranquila. Creo que al final me mudaré al pueblo de mis padres, Bohonal de Ibor, en Extremadura. El madrileño puro no existe: la mayoría tenemos padres emigrados de pueblos a los que volvemos para evadirnos. Me iré pero seguiré viniendo, Madrid me llama mucho. La cultura, los musicales, los bares y restaurantes. Mi hijo tiene concesiones de un par de chiringuitos en El Retiro en los que le ayudo. Es una maravilla, voy a trabajar en bici, hay mucha cordialidad con la gente de los puestos y los artistas callejeros… Aunque el fin de semana es una locura, conoces gente de todo el mundo. En el pueblo será otra de las cosas que echaré de menos”.

Lion Sitté 34

43 años

Músico

Lion Sitté posa en el Cerro del Tío Pío, en Vallecas.

Todos los días me preguntan de dónde soy. Y contesto: ‘De Vallecas’. Al parque de las Siete Tetas, como llamamos al cerro del Tío Pío, veníamos de pequeños. De adolescentes nos juntábamos más en el de La Paloma, sobre el que escribí Los niños del parque. Soy un abanderado de Vallecas, me inspira mucho. Mis padres llegaron de Guinea en los setenta y todos los africanos del barrio, y luego de San Blas, donde también vivimos, nos conocíamos. Fue una época heavy para criarse en esos barrios, por la heroína, y porque en el colegio había que luchar contra el bullying, pero somos diez hermanos, y eso ayuda. Mi hija de cinco años tiene muchas más referencias afrodescendientes a su alrededor. Como músico, noto que aunque hay menos salas de directo que hace veinte años, Madrid sigue siendo un buen sitio: hay diversidad cultural y mucha gente haciendo música”.

Soledad, Ángel y Pilar Valdés 35, 36 y 37

90, 80 y 92 años

Hermanos

Desde  la izquierda, Soledad, Ángel y Pilar Valdés en Chamartín.

Ángel Valdés es agente comercial jubilado. “Nuestros padres vivían en una casa de corredor antigua que tiraron hace años en la calle de Santa Bárbara, solo tenía once números y todo el mundo se conocía. De pequeños jugábamos a las chapas y las tabas en la calle porque no pasaban coches. ‘Hay pan blanco, pan blanco’, canturreaban las vecinas que vendían de estraperlo. Una vez vi como los grises trincaban a una en mi portal, sería el año 1950. La posguerra fue muy dura, aunque en mi casa nunca se pasó hambre, no echo de menos la miseria. Aunque sí añoro que entonces vivir en zonas de Madrid que ahora están atestadas de turistas y airbnbs era como vivir en un pueblo. Si necesitabas ayuda llamabas a la portera o a la señora Julia. Todavía me acuerdo de Sebitas, mi mejor amigo, yo era del Real Madrid y él me hizo del Atleti. Hasta hoy”. Su hermana Soledad, que estudió Magisterio, rememora esa misma época: “Si tengo que elegir una década me quedo con el Madrid de los años cincuenta. Los paseos con mi hermana y mis amigas Gran Vía arriba y abajo, merendando alguna vez, parándonos en los escaparates, viendo pasar a los chicos, que iban siempre muy bien vestidos. El simple hecho de salir a pasear era todo un acontecimiento. Siempre nos arreglábamos, aunque a mi padre no le hacía ninguna gracia si nos pintábamos los labios. La ciudad era más pequeña, más fácil, los vecinos sabían muchas cosas de ti a parte del nombre. Ahora en el centro hay mucho tráfico y gente. Y el taxi sale carísimo. Hay cosas que están mejor: las aceras son más cómodas, no hay tanta suciedad, prohibieron los coches por el Retiro, el metro tiene más líneas y es más cómodo. Puede que la ciudad no tuviera mejor aspecto, pero el mejor Madrid es el de mi juventud”. Pilar, la mayor, funcionaria jubilada, añade: “Entonces Malasaña no era como ahora, sino un barrio humilde, de clase media baja. Nuestro padre empezó como peón en el Canal de Isabel II, aunque luego fue ascendiendo. Yo también recuerdo pasear por la Gran Vía, que entonces también estaba atestada de gente. Un día al salir del Cine Capitol, uno de los pocos que resiste entre tantos otros convertidos en tiendas de ropa, se nos perdió Ángel, el pequeño, y estuvo media hora entre la gente, ¡menudo susto!”.

Susana Armada 38

45 años

Barrendera

Susana Armada, en una de las avenidas del ensanche de Las Tablas.

“Nací en Puente de Vallecas, de madre madrileña y padre castellanomanchego. Ahora vivo en Orcasitas [Usera]. Con 16 años, empecé de frutera y me encantaba, pero he estado también de cajera, reponedora, pescadera... Cuando tuve hijos [tiene dos], por el tema de los horarios, empecé en la limpieza viaria: trabajo las mañanas en el barrio de Las Tablas. Aquí es todo más nuevo, no sé, mejor, más tranquilo, más tipo pijo, donde yo vivo es más complicado… A mí de Madrid me gusta mucho el movimiento que hay siempre, me encanta. Y me encantaría que mis hijos se quedaran aquí, pero no sé, porque está todo cada vez más caro. A mi hermana le acaban de subir el alquiler y se va a tener que ir fuera, no muy lejos, pero ya cerca de Toledo”.

Marina Carmona 39

31 años

Cantante

Marina Carmona, antes de un concierto en  Centro Cultural Casa de Vacas de El Retiro.

“Me crié en Arturo Soria, donde vivíamos con mi abuela materna, también madrileña, que nos cuidaba cuando mis padres [Antonio Carmona y Mariola Orellana] estaban de gira. Para mí ser de Madrid es ser guapa, como si eres del Atleti. Esta es una ciudad alegre, que se echa a la calle, donde siempre hay un plan. Como músico creo que antes había más variedad de salas. Ahora pasas de una de 100 a una de 3.000 personas, es una locura. Tampoco entiendo esta moda de que o llenas el Bernabéu, o no eres buen artista. Un artista se curte en salas pequeñas. Te tienes que ver con poca gente: si has vendido 30, pues a darlo todo igual. Si quieres vivir de esto y no ser un mero producto, hay que crecer orgánicamente: no se puede pasar de no hacer nada a llenar un Wizink o un Bernabéu. En todo caso, como atlética, prefiero el Wanda, que además no hay vecinos cerca. La que me encanta es la sala Villanos, la antigua Caracol que fundó mi madre. Está bien acondicionada, tiene un buen aforo que puedes reducir para conciertos más íntimos, y una programación muy variada”.

José María Huetos 40

76 años

Jubilado y activista vecinal

José María Huetos posa en el balcón de casa en el barrio de Chamberí.

“He nacido y crecido en el barrio de Chamberí. Estuve viviendo en Getafe y San Blas y, cuando falleció mi madre, volví a la casa original, comprando a mis hermanas su parte. Soy economista y trabajé en Telefónica durante 42 años. Cuando era niño, este barrio era prácticamente las afueras de Madrid, había muchos descampados. En la puerta de los Nuevos Ministerios estaba la explanada donde se ponía el Circo Americano. Aquí, la gente vivía de alquiler: los que tenían más medios, en la escalera exterior, la que daba a la calle, y los que tenían menos, en la interior. Y convivíamos todos. Había mucha relación entre los vecinos, pero ya no existe esa integración. Ahora se venden los edificios enteros. Se tiran abajo, se mantiene la fachada —porque está protegida—, se reconstruye todo el interior, con pisos de alto nivel, su parking, su piscina… Eso supone que a los más viejos, los que menos poder adquisitivo tienen, nos van echando. ¿Y quién viene? Solo familias con un nivel adquisitivo muy alto”.

Flavia de Hohenlohe 41

61 años

Consultora de arte, presidenta de la ONG Rescate, de ayuda al refugiado

Flavia de Hohenlohe en la calle de Serrano.

“Estudié fuera, en un colegio interno, viví en Viena y en Londres —mis hijos nacieron allí—, pero cuando un día me planteé si quedarme definitivamente allí, si ya era para siempre, me dio vértigo y me tuve que volver. Eso fue en torno al año 2000 y volví al barrio en el que crecí [Chamartín]. Madrid tiene calidad de vida, me siento segura, es muy hospitalaria, tiene una capacidad para acoger que he visto en muy pocas ciudades… en Berlín, quizá. ¿Algo que no me guste? Que no tenga playa, aunque creo que es la única capital del mundo que, a media hora, puedes esquiar”.

Mateo Hunter del Blanco 42

10 años

Estudiante de primaria

Mateo Hunter del Blanco en Legazpi, donde vive.

“Lo que más me gusta de Madrid son los amigos y que no llueve tanto como en Inglaterra, de donde es mi padre. Me encanta ir a la Puerta del Sol y ver a los que hacen malabares con fuego. De mi barrio lo que más me gustan son las canchas y mi equipo de fútbol, el Parque de Arganzuela. Aunque ser, soy del Real Madrid, como toda mi familia de España. De Inglaterra, soy del Tottenham, pero del Madrid más”.

Daniel Úbeda 43

50 años

Mecánico, dueño del taller Vitalauto en San Blas

Daniel Úbeda, en su taller de San Blas.

“Nací en La Paz cuando mis padres vivían en el barrio de La Vaguada, pero con seis años nos mudamos al de Hortaleza. Cuando me casé, me fui a Sanchinarro [otro de los nuevos desarrollos por los que creció la ciudad a finales de los noventa, principios de los 2000], donde se podía comprar, claro… Soy el segundo de cuatro hermanos y, de todos, fui el que no quise estudiar, así que con 16 años empecé a trabajar en el taller de mi padre. Fui aprendiendo el oficio y, cuando me vi capacitado para fundar mi propia empresa, cogí todo lo que tenía ahorrado, lo que tenía mi mujer, pedí un crédito y hasta hoy. No me va mal, pero antes teníamos más márgenes de beneficios en este negocio. He visto cambiar Madrid radicalmente —yo jugaba en los descampados que había por todas partes—, se ha convertido en una ciudad moderna y con muy buena pinta. De Madrid, de hecho, me gusta todo, aunque, como ha llegado tanta gente con un poder adquisitivo muy fuerte, muchos ya no tenemos acceso a algunas cosas... A los restaurantes, por ejemplo. Igual se está dejando de cuidar a los madrileños".

Angie Enríquez 44

43 años

Taxista

Angie Enríquez en una parada de taxis de la Alameda de Osuna.

“Me gusta esta parada de la Alameda de Osuna porque está cerca del aeropuerto y del [paque ferial] IFEMA, que son destinos con mucho movimiento, y hay mucha gente mayor que va al Hospital Ramón y Cajal. Pero sobre todo me gusta porque la Alameda es un barrio tranquilo que no trae problemas. Llevo 17 años con el taxi y he visto de todo. Solo pensar en trabajar en la Gran Vía por la noche, ¡qué pereza! Al mismo tiempo, lo que más me gusta de esto es la gente. Empecé muy joven, me he hecho persona en el taxi, la gente te cuenta su vida, me he reído mucho con los clientes y también he llorado. El día que alguien sube mal y se baja más contento siento que he hecho un buen trabajo”.

David Rojas Paredes 45

24 años

Licenciado en Medicina

David Rojas Paredes en la plaza de Castilla.

“Estoy a punto de empezar mi residencia en Neurología y tengo un poco de cacao mental sobre dónde especializarme. En cualquiera de los top tres madrileños estaría contento: la Paz, el Doce de Octubre o el Ramón y Cajal. En Madrid, la Sanidad está colapsada, pero es potente y como futuro médico sé que voy a salir bien formado. Vivo en La Ventilla, y para mi plaza de Castilla es “plaza”, como en “quedamos en plaza”. Mis padres llegaron de Cali a finales de los noventa buscando algo mejor que lo que les ofrecía Colombia y lo han conseguido trabajando mucho. Cuando fui al instituto ya había mucha mezcla en las aulas. En la universidad fue distinto, hay gente de toda España, pero no tantos hijos de inmigrantes. Para probar un poco de Colombia en Madrid recomiendo el restaurante La Rochela”.

Isabel Galvín 46

61 años

Profesora y sindicalista

Isabel Galvín, en el Paseo del Prado.

“Mi madre nació en Carabanchel Alto cuando todavía era un municipio independiente. Y yo nací allí mismo cuando ya era Madrid. Soy profesora de la escuela pública desde principios de los noventa. Hoy tengo mi plaza en el instituto Villa de Vallecas y también soy profesora asociada de la Complutense. He sido la secretaria general de la Federación de Enseñanza de CC OO Madrid durante 12 años. Madrid me duele. Me parece una ciudad que ha perdido su identidad propia, muy mercantilizada y con enormes desigualdades y desequilibrios. Dicho esto, entiendo perfectamente que haya gente que venga y se enamore de la ciudad, pues es un lugar que acoge. Yo misma, con todo lo negativo, siento amor incondicional por la ciudad, por sus calles —a veces desastradas y desastrosas—, por su infinita oferta cultural, por los rincones de mi barrio, aquel donde escuché por primera vez a Rosendo…”.

Fernando Salas 47

26 años

Abogado

Fernando Salas, en el despacho de Iberum Abogados en la calle Hermosilla, donde trabaja.

“He crecido en el barrio de Hortaleza y sigo viviendo allí. Me encanta, estoy cerca de toda mi gente, mi familia, mis amigos de toda la vida. Y eso es lo importante, porque en realidad es un barrio residencial que daría un poco igual ese u otro. Soy abogado laboralista,como mi madre; mi padre es guitarrista. Madrid es un buen sitio y a la vez un mal sitio para ejercer esta profesión, porque hay mucha gente y mucho trabajo, pero la justicia tiene muy pocos medios. Yo trabajo en el distrito de Salamanca y me muevo mucho por toda la ciudad. De Madrid no me gusta que quizá se parece cada vez más a cualquier otra ciudad y que está masificada. Pero me encanta el ambiente, me parece muy alegre, una ciudad que quiere hacer cosas. ¡Ah!, y echo de menos el Vicente Calderón”.

Javi Estévez 48

41 años

Chef

Javi Estévez, en La Tasquería.

“Soy de la misma calle de Embajadores, en Legazpi [distrito de Arganzuela], de cuando aquello todavía era el polígono de los metales, en la misma zona donde, después de moverme bastante, volví a vivir hace ya algunos años. Creo que es uno de los mejores barrios de Madrid para vivir con niños [tiene una hija de cuatro años]. Yo no hubiera abierto restaurante en otra ciudad [tiene tres locales especializados en casquería: La Tasquería, en Modesto Lafuente, con estrella Michelín; El Lince, en República Dominicana, y La Barra de la Tasquería, en O’Donnel]. Madrid es la ciudad en la que ahora mismo está sucediendo gastronómicamente todo. Creo que en los últimos diez años ha habido un cambio brutal, seguramente forjado por cocineros que nos fuimos a formar fuera, luego decidimos volver para montar nuestros propios negocios y somos cocineros y empresarios”.

Miguel Ferrero y Soledad Mateo Alonso 49 y 50

66 y 61 años

Marido y mujer

Miguel Ferrero y Soledad Mateo Alonso posan en la entrada de la charcutería Los Ferreros, en los soportales de la plaza Mayor.

“Nos hemos ido adaptando al turismo. Ahora vendemos más cosas al vacío y azafrán o pimentón como recuerdo”, dice Miguel, cuya charcutería, Los Ferreros, lleva cuatro generaciones en su familia, desde 1892, en los soportales de la plaza Mayor. Vive justo encima con su mujer, Soledad, que también nació en la capital. “Me gusta ser madrileña porque me gusta la ciudad, pero no creo que seamos de una manera determinada ni desde luego mejores que nadie”, dice ella y él asiente.

Créditos

Diseño: Ruth Benito
Desarrollo: Alejandro Gallardo
Edición gráfica Gorka Lejarcegi

Especial Madrid ‘El País Semanal’

Este artículo forma parte de un número especial dedicado a la ciudad de Madrid que se publica este domingo en ‘El País Semanal’.

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