Abel se mueve en silla de ruedas y vive en un noveno: “Si no vuelve la luz, me quedaré a dormir en el portal”
El hombre, de 46 años y enfermo de esclerosis múltiple, ha salido esta mañana al centro de día y al regresar a la una de la tarde se ha encontrado con el ascensor averiado de su edificio en Barcelona

Cuando Abel ha salido esta mañana de casa, en Barcelona, la jornada se presentaba igual que cualquier otra. Desde el noveno piso en el que vive y, con la autonomía que le permite su silla de ruedas, ha cogido el ascensor hasta la calle. “He ido a un centro de día donde voy cada mañana”, explica. A las cinco de la tarde, ya de vuelta, desde el portal de su casa, en la Gran Vía de Barcelona, cuenta que no tiene manera de regresar a su piso porque el ascensor no funciona.
“Desde las 13.30 horas que me he ido de allí [del centro de día], he dado vueltas por la calle y en el portal”, explica, tranquilamente, el vecino de Barcelona, de 46 años, que se mueve en silla de ruedas porque padece esclerosis múltiple. Si la luz no regresa, no tiene muy claro qué hará. “Vivo en un noveno”, recalca. La opción más factible, dice, es seguir donde está: “Me quedaré a dormir en el portal, en la silla, porque se estira”.
Mientras cuenta su situación, conformado, los vecinos van entrando y saliendo del edificio. El tema más común de conversación es la comida: dónde comprar pan, si la mayoría de hornos ya se han quedado sin, o cómo cocinar si los fogones son eléctricos. Además de todo lo que hay en la nevera que se echará a perder y la falta de efectivo: solo los más previsores se felicitan de llevar algo de calderilla con la que han comprado pan de molde.
Entre conversación y conversación, no hay quien no ofrezca ayuda a Abel. Vive con su madre, ya mayor, en el noveno, y que no ha osado moverse del piso. Unos vecinos la han avisado de que Abel está abajo, y también se ha acercado uno de sus hermanos. Antes, habían tratado de localizarlo al teléfono del centro de día, pero, como todo el mundo, no ha sido posible contactar con él.
“Los vecinos son todos muy amables y me han dicho que me bajan comida, una manta”, explica Abel. “Incluso alguno se ha ofrecido a subirme”, añade. En la entrada del edificio, uno de esos levantados durante el desarrollismo franquista, un joven ajeno al inmueble, pero que capta enseguida la situación, frena la marcha y también se ofrece: “¿Hace falta ayuda?
“Pero yo no pienso separarme de silla”, bromea Abel, sobre el aparato con el que se desplaza, y que incluso permite ponerse erguido, según explica, pero que pesa muchísimo. La conserje del edificio ya le ha dicho que si él se queda en el portal, ella se apunta: “Yo me bajo aquí el saco de dormir y me quedo haciéndole compañía”. Algunos vecinos ya están preparando un comando de rellano para subir Abel entre todos por si la luz no regresa. La silla, en el peor de los escenarios, podría quedarse abajo atada con un candado en el portal.
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