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Cuando las verduras o los desechos son arte: así es el octogenario japonés que ha revolucionado el ‘ikebana’

Kosen Ohtsubo lleva cinco décadas introduciendo frutas, verduras, muebles e incluso violencia en el arte floral japonés

'I am taking a bath', fotografía de 1984 en la que el propio Kosen Ohtsubo se mezcla con las flores en una bañera de Jun Kawaguchi.

Kosen Ohtsubo (1939, Japón) lleva cinco décadas sacudiendo el ikebana desde dentro. En su obra, el arte floral japonés deja de ser un ejercicio ornamental y se convierte en un espacio de incertidumbre y resistencia. Donde otros ven equilibrio y tradición, él encuentra tensión, rebeldía y, en la descomposición, una promesa artística. Su práctica no solo desafía las formas establecidas, sino que nos confronta con preguntas más amplias: ¿cómo habitamos el mundo? ¿Qué significa intentar imponer orden sobre lo efímero? Trabajando con materiales humildes -muchos de ellos vegetales y en proceso de deterioro-, su trabajo desvela la fragilidad del control humano y la potencia creativa de la decadencia. A sus 86 años, regresó con una nueva serie de fotografías y una exposición, en colaboración con su discípulo y también artista Christian Kōun Alborz Oldham, que se pudo ver en el Kunstverein de Múnich hasta el pasado 24 de abril.

¿Cuál fue su primer encuentro con el ikebana y qué le inspiró a elegirlo como su medio artísticos? Mi primer maestro de ikebana era un subordinado en la empresa de mi padre. Antes de entrar en la universidad, tenía mucho tiempo libre y me sentí atraído por las clases de ikebana, en las que participaban muchas mujeres. Ese fue mi primer encuentro. En las escuelas de ikebana hay concursos mensuales y como siempre me concedían los máximos honores, empecé a creer que tenía talento.

En 'Supple Trees' de 1979 mezcla las ramas de un árbol (el parasol chino) con una silla.

¿Qué artistas le han influido? Edward Kienholz que retrata los miedos y el absurdo de la vida cotidiana, me cautiva. Y John Chamberlain, que me transmite una sensación de absoluta violencia.

También le ha influido el free jazz. Reconocer algo que te provoca una reacción y responder con una transformación: es aquí donde encuentro una conexión entre la improvisación musical y el ikebana. La manera en que un concierto de jazz va cambiando y evolucionando es similar al proceso de crear una pieza de ikebana. No es fácil hacer un cambio abrupto en una pauta establecida, ya sea en música o en ikebana. Identificar el momento adecuado para hacerlo requiere más que técnica o práctica, es más bien una acumulación de frustración y cabreo.

'Strange Callas I' de 1978.

Ha hablado de “destruir” el ikebana. No rechazo la tradición, sino la autoridad que la protege rígidamente. Cuando la tradición impide la evolución, el ikebana se estanca. Romper esas estructuras abre paso a nuevas formas y posibilidades.

En muchas de sus obras utiliza materiales no convencionales, como verduras o frutas. Is a Vegetable Stir Fry Avant-Garde Ikebana? (¿Es un salteado de verduras ikebana de vanguardia?) es uno de mis títulos favoritos de sus piezas... Me inspiré en un día que estaba comiendo un salteado de verduras y me llamó la atención lo vanguardista que me sería como ikebana. Utilizo verduras en mis obras porque son las plantas que resultan más familiares para todos. En cambio, las ramas de los árboles, que antes eran más accesibles, se han vuelto menos comunes y más caras. Además, la idea de incorporar materiales cotidianos tiene que ver con eliminar la separación entre arte y vida, trayendo lo ordinario al mundo del arte, lo que genera una forma de sorpresa.

'Untitled' una obra de 2012 de Christian Kōun Alborz Oldham, discípulo de Kosen Ohtsubo.

¿Qué papel desempeña el humor en su obra? El humor es un gancho que atrapa la atención y hace que la gente se detenga a observar más de cerca. Es un recurso fundamental para cuestionar ideas establecidas y provocar reflexión en el espectador.

Su nueva serie fotográfica sobre ikebana juega con la idea de lo efímero. La fotografía transforma o preserva el ikebana, de algún modo. ¿Qué busca capturar con ella? El ikebana alcanza su punto álgido al completarse, pero luego se deteriora. Fotografío mis obras tanto en su apogeo como en su decadencia, ya que encuentro belleza en ese proceso de transformación y desaparición. Además, ver a un fotógrafo apreciar mi trabajo puede darme confianza en él. A veces la fotografía puede superar la obra real o no llegar a transmitirla del todo. Me interesa cuando una imagen logra capturar un instante fugaz pero dramático que pronto desaparecerá.

'Linga Japonica' una instalación de 1991 del artista japonés.

El ikebana se suele asociar con equilibrio y serenidad, pero su obra genera tensión y ha sido controvertida. Trabajo en piezas difíciles, donde surgen numerosos problemas que hay que resolver. Este proceso crea una sensación de peligro, una tensión inherente. Esta sensación de riesgo es una batalla entre el éxito y el fracaso, pero también es lo que alimenta mi impulso creativo. Una obra realmente buena suele empezar con una fase en la que todo parce ir bien, sólo para ser cuestionada a fondo, reconsiderada, reexaminada y luego reconstruida rápidamente desde cero. Mi obra ha sido criticada a veces por ser tosca o inadecuada. Incluso he creado piezas que tenían un olor peculiar, por lo que es comprensible. Acepto esas críticas sin objeciones y nunca discuto. Tampoco me hacen daño. La tosquedad y la falta de refinamiento son inseparables de los nuevos enfoques, por lo que lo veo como algo inevitable.

En 'Trash of the Ryusei Exhibition' de 1971 Ohtsubo jugaba a exhibir su obra en una bolsa de basura.

En un mundo acelerado y tecnológico, ¿sigue siendo relevante el ikebana? Nunca he pensado que el énfasis en la tecnología y la velocidad hiciera que el ikebana perdiera sentido o lo convirtieran en una forma de resistencia cultural. Independientemente de la época, uno de los aspectos más esenciales del ikebana es el acto de tocar físicamente las plantas. No se trata sólo de mirarlas, sino que al tocarlas podemos sentir cómo quieren ser moldeadas en una obra.

¿Qué legado le gustaría dejar? El ikebana es diverso y no sigue una sola dirección, lo que permite avances inesperados. No deseo dejar un legado en particular, prefiero que el ikebana siga evolucionando de forma orgánica, transformándose según las personas que lo practiquen y sus visiones del mundo.

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