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Columna
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La venganza de Europa se sirve fría

El orgullo nos induce a pagar a Trump con la misma moneda, pero es más inteligente dar a los mercados lo que imploran: seguridad jurídica

Donald Trump muestra una tabla con los aranceles que ha anunciado que impondrá a los distintos países del mundo.
Víctor Lapuente

Lo que Trump ha unido, que no lo separe el hombre (Emmanuel Macron) o la mujer (Giorgia Meloni). Nada crea tanta sensación de destino común como ver tu nombre en la tabla de aranceles anunciados el Día de la Liberación: “European Union”. Desde hace semanas, de la Laponia finlandesa a las marismas de Cádiz, un mayor número de personas empieza a usar la primera persona del plural para referirnos a ese ente abstracto, cuyas siglas, UE, asociamos en el imaginario colectivo con cuestiones menores (como los Erasmus) o engorrosas, como las regulaciones de los tapones de las botellas. Vivimos un momento “nosotras, las gentes de Europa” equivalente al “we, the people” fundacional de EE UU. Y, para aprovecharlo, hay que evitar que los líderes nacionales saquen tajada personal.

Es difícil porque los aranceles de Trump han tenido dos efectos idénticos en todos los países: han hundido las bolsas y disparado las popularidades de sus gobernantes. Subidas de dobles dígitos para ejecutivos por los suelos, como el canadiense o el francés. Nada como una tenebrosa amenaza exterior para arremolinarnos todos bajo la antorcha del líder. Aunque tenga el carisma hierático de Keir Starmer.

Y cada presidente puede tener sus ideas más o menos brillantes: visitar EE UU en Pascua, como Meloni, instar a que no se invierta allí, como Macron, o tender puentes con China, como Sánchez. En la política actual, al contrario de con Alfonso Guerra, quien se mueve sí sale en la foto. Pero ahora toca posar unidos.

Primero, para exprimir el error de Trump, en su guerra comercial, de tratar a Europa como una enemiga única. Es lógico desde el punto de vista económico, porque somos una unión arancelaria, pero ilógico desde el prisma militar. El brujo de la MAGA podría haber aplicado la estrategia del “divide y vencerás”. Por ejemplo, con alivios selectivos a productos de los países ideológicamente amigos (como Italia) y castigos severos a los hostiles (como España). Pero ha resultado que Trump no es el líder de la internacional ultra, sino solo el líder ultra más internacional.

Segundo, porque lo peor de los aranceles no es su inevitabilidad, sino su incertidumbre. Lo que asusta a los mercados no son tanto los gravámenes a las importaciones de hoy como qué pasará mañana. El orgullo nos induce a pagar a Trump con la misma moneda, elevando los aranceles a EE UU, pero es más inteligente dar a los mercados lo que imploran: seguridad jurídica. Y así la moneda más valiosa del mundo, la confianza, viajará a Europa. En economía, la venganza siempre se sirve fría.

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