No te preocupes
Transmitir calma durante el apagón era una premisa para que nada se desmadrase, pero la parquedad informativa llevó a muchos a sospechar que no se sabía nada y que todo estaba descontrolado


Me preguntan los conocidos y amigos comunes por una amiga que anda pasando un bache, y les respondo que dice que está bien, aunque no deberían fiarse, porque pertenece a esa clase de personas que llegan a un hospital con una pierna amputada y piden una tirita para un rasguño. Por mucho que sonría, no dejen de abrazarla, les digo. Como soy muy parecido a ella, sé lo mal que vivimos los despreocupados en un mundo aficionado a la angustia: si no lloras fuerte, nadie se apiada de ti. Quienes me conocen mucho, saben que la primera señal de alarma que emito es la frase “no te preocupes”. Lo saben también mis médicos, a quienes respondo “estupendamente” a la pregunta de qué tal estoy, y luego miran los resultados en la pantalla y me dicen: “Si estuvieras estupendamente no vendrías a verme y estos análisis tendrían otros números”.
Las personas como yo somos insufribles en un apagón o en cualquier crisis. Se nos ve pasotas cuando la urgencia requiere lo que en mi pueblo llaman rasmia, esto es, nervio, vigor. Ignoro si el presidente Sánchez pertenece a mi tribu de no-te-preocupesistas. Sabemos que presumió de resistente en un manual, y a fe que lo aguanta todo sin que se le afloje la corbata. Pero, como no-te-preocupesista veterano, sospecho que la suya es una pose aprendida, más que un rasgo de carácter. Entiende, como tal vez comprenda cualquier gobernante en su situación, que transmitir calma es una premisa para que nada se desmadre, pero la parquedad informativa y el énfasis en que todos trabajan a destajo lleva a muchos a sospechar que no se sabe nada y que todo está descontrolado.
La sociedad española demostró el lunes que no es una horda de niños llorones necesitados de una figura paterna que les transmita calma, sino un pueblo adulto necesitado de información. Los comunicados sin preguntas de periodistas en una sala de prensa ocupada solo por asesores no fueron ejemplos de transparencia, y las llamadas a ignorar los bulos y la conspiranoia seguramente alimentaron unos bulos y una conspiranoia que se podrían haber combatido con una comunicación franca y prolija. La prudencia no significa cerrazón, y declarar que no se descarta ninguna hipótesis no implica dejar de enumerarlas y valorar las más plausibles en ese momento. Los coroneles de los ovnis y los profetas de baratillo presumen hoy de Casandras que anunciaron el apagón porque el Gobierno actuó como mi amiga y yo ante cualquier desgracia: no se preocupen, dijo. Y la gente que no estaba demasiado preocupada empezó a preocuparse.
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