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Medio Ambiente
Tribuna
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Urge restaurar tierras para la paz y el desarrollo

Los efectos combinados de la degradación del suelo y la sequía cuestan a la economía mundial tres veces más que la ayuda oficial al desarrollo

Foto de archivo de la Amazonia brasileña.

En todo el mundo, mil millones de jóvenes menores de 25 años dependen de forma directa de la tierra y los recursos naturales para subsistir. La tierra nos alimenta y nos provee de materias primas para vestirnos y cobijarnos. Sin embargo, hasta el 40% de las tierras del mundo están degradadas, lo que pone en peligro nuestra capacidad para sostener a una población mundial creciente, mientras el planeta sigue calentándose.

Los efectos combinados de la degradación de tierras y la sequía cuestan a la economía mundial 878.000 millones de dólares (763.982 millones de euros) cada año, tres veces la cifra de ayuda oficial al desarrollo en 2023. La deforestación, las prácticas agrícolas insostenibles y la expansión urbana están destruyendo las tierras a una escala sin precedentes.A su vez, ello está minando la seguridad alimentaria, amenazando la salud global y alimentando migraciones y conflictos, desde el Mediterráneo hasta el Sahel pasando por Asia Central y Centroamérica.

Cumplir los compromisos de restaurar 1.000 millones de hectáreas de tierra para 2030 es un imperativo de seguridad humana que no podemos seguir ignorando. También es una oportunidad única para impulsar una economía de la restauración valorada en billones de euros; reducir los riesgos de sequía, inundaciones y tormentas de arena y polvo; y dar a las futuras generaciones un oportunidad de prosperar.

Invertir en prosperidad

Devolver la vida a las tierras degradadas merece la pena. Cada dólar invertido en restaurar la tierra genera entre 7 y 30 dólares en beneficios porque mejora los servicios ecosistémicos y los medios de subsistencia. Además, las tierras sanas infiltran y almacenan mejor el agua. Al hacerlo, aumentan la resiliencia de las sociedades y las economías ante unas sequías, inundaciones y tormentas de arena y polvo cada vez más duras y frecuentes, evitando un sufrimiento humano prevenible y reduciendo la necesidad de ayuda humanitaria.

Pero aprovechar estas oportunidades exige importantes inversiones iniciales, un compromiso a largo plazo y la acción concertada de todos los sectores del gobierno y la sociedad. Se necesitan inversiones de unos 1.000 millones de dólares al día para devolver el equilibrio a las tierras del mundo de aquí a 2030. Por ejemplo, inversiones en agricultura regenerativa, ecoturismo, conservación de humedales y reforestación.

Sin tierras sanas y suelos fértiles no hay alimentos nutritivos ni agua limpia; y que sin ellos, no puede haber paz

No lo perdamos de vista: muchas de las mayores empresas del mundo dependen de la tierra como fuente de materias primas para sus operaciones. En especial, los sectores agroalimentario, textil y energético. Por tanto, el sector privado tiene sobradas razones para contribuir a la restauración de las tierras que están en la base de su cadena de valor.

Invertir en la conservación, el uso sostenible y la restauración de tierras es vital; tanto para que las empresas sigan siendo rentables a largo plazo, como para garantizar el sustento de los millones de personas que trabajan la tierra, el 90% de ellos pequeños agricultores. Por ejemplo, iniciativas como la Gran Muralla Verde podrían crear hasta 10 millones de puestos de trabajo en los sectores de la agricultura y la silvicultura sostenibles en todo el Sahel. Hoy en día, África subsahariana es la región que se ha comprometido a restaurar más hectáreas de tierra (más de 440 millones) en todo el mundo, seguida de América Latina (más de 220 millones).

La iniciativa Business4Land (B4L), que la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) y sus socios lanzaron el año pasado, insta a los agentes privados a actuar en tres frentes: promover prácticas sostenibles en todas sus operaciones; apoyar soluciones financieras; y abogar por mejores políticas de gestión de la tierra y el agua para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluida la meta de Neutralidad en la degradación de tierras.

Para restaurar tierras a la escala y al ritmo necesarios, el sector privado debe aumentar significativamente su inversión, incluyendo a través de asociaciones público-privadas, modelos de financiación mixta y bonos verdes.

Poner los cimientos de la paz

Cada vez son más los países que están invirtiendo en recuperar tierras como una cuestión de dignidad humana, desarrollo económico y justicia medioambiental, reconociendo que sin tierras sanas y suelos fértiles no hay alimentos nutritivos ni agua limpia; y que sin ellos, no puede haber paz.

Colombia, que acoge este año el Día de lucha contra la Desertificación y la Sequía, es uno de los países que están colocando la tierra en el centro de sus planes de desarrollo, reconciliación y clima. La degradación de tierras afecta a casi el 30% de su territorio y más del 40% de sus suelos son vulnerables a la salinización, lo que repercute directamente en los medios de vida de uno de cada diez colombianos. De ahí la urgencia de conservar, usar de forma sostenible y recuperar la tierra.

Invertir en la naturaleza es sentar las bases de la estabilidad y la seguridad humana

El país está restaurando unas 560.000 hectáreas de tierra, ampliando los sistemas agroforestales y planificando el uso del suelo en zonas rurales. En los últimos cinco años, Colombia ha aunado a agricultores, sociedad civil y científicos en torno a iniciativas para restaurar cuencas hidrográficas críticas, fomentar el cultivo sostenible del café y la ganadería, y mejorar la calidad de los suelos productivos, priorizando las regiones caribeña y andina.

Todo ello se enmarca en la filosofía de ‘Paz con la Naturaleza’, que reconoce que la degradación ambiental y la competencia por unos recursos cada vez más escasos incitan las tensiones sociales, y viceversa: invertir en la naturaleza es sentar las bases de la estabilidad y la seguridad humana; y restaurar la tierra es restaurar la paz.

El país está trabajando para implicar al sector privado y vincular los esfuerzos de restauración a los objetivos nacionales en materia de clima y biodiversidad, reconociendo que de las tierras pende nuestra resiliencia a la sequía, el cambio climático y la pérdida de especies vitales como los polinizadores.

En Colombia, y en todo el mundo, una tierra restaurada es una tierra de infinitas oportunidades. Invirtiendo a largo plazo en la salud de la tierras, promoviendo la equidad en el acceso a las mismas e incentivando buenas prácticas en su uso, podemos generar estas oportunidades para las personas y la naturaleza en todas partes.

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