El reto de enseñar IA en los institutos: “En el escenario correcto, lleva a los alumnos a una reflexión superior”
Solo el 40% de padres, profesores y estudiantes está preparado para el uso efectivo de la inteligencia artificial y más de la mitad de los adolescentes cree que no recibe suficiente formación, según un estudio


En 2022, la empresa estadounidense OpenAI lanzó al mercado la primera versión de ChatGPT. El asistente virtual capaz de simular conversaciones humanas no tardó en conquistar todo tipo de ámbitos, incluido el educativo. El chatbot posee una destreza notable para escribir código informático o para completar un ensayo universitario, y podría hasta aprobar el examen de selectividad, aunque por los pelos. Desde su llegada, han proliferado cientos de herramientas educativas que utilizan la inteligencia artificial, pero son los grandes modelos de lenguaje (LLM, por las siglas en inglés) como ChatGPT o Gemini los que han ganado cada vez más popularidad entre los estudiantes más jóvenes.
Un estudio realizado por la consultora GAD3 y Empantallados ―una plataforma sin ánimo de lucro que apoya a los padres en la educación digital de sus hijos― a inicios de este año arroja más luz sobre el aterrizaje de la IA en las aulas. Por un lado, el profesorado ha asumido que la IA está transformando el sistema educativo y que no hay marcha atrás. Y por otro, la formación en esta tecnología sigue siendo limitada en la mayoría de entornos escolares, no solo para los docentes, sino también para padres y estudiantes. El informe Educar en la era de la IA —basado en una muestra de 507 alumnos menores de 18 años y 207 profesores— recoge que más de la mitad de los estudiantes considera insuficiente la información que reciben sobre esta tecnología en sus institutos
Según el estudio, un 30% de los alumnos utiliza los chatbots para hablar sobre temas personales o realizar trabajos íntegramente, un 63% para estructurar los trabajos y el 80%, para buscar información. Entre los profesores, el uso generalizado es mucho mayor: cuatro de cada cinco lo emplean con fines educativos. César Poyatos, profesor de tecnología educativa en la Universidad Autónoma de Madrid, no se asombra ante los datos y compara la aparición de los LLM con la invención de los primeros textos impresos o el internet: “Como pasó entonces, es una tecnología disruptiva y debemos adaptarla al campo educativo”.
Si 2023 fue un año de transición y evolución para esta tecnología, en 2024 la mayoría de profesores han terminado en un callejón sin salida, cada vez más presionados a entender el potencial de la IA en la educación, apunta Francesc Pujol, profesor en la Universidad de Navarra y experto en el uso de IA con fines educativos.
La mayoría de los programas en España orientados a la formación del profesorado ya incluyen módulos para aprender a utilizar los asistentes virtuales. Sin embargo, Pujol señala que esta perspectiva sobre la enseñanza en inteligencia esconde una trampa: “La clave no está en aprender a hablar mejor con ChatGPT o ser un experto en prompts [instrucciones que el usuario le da al chatbot], sino en encajarla en el momento oportuno en cada escenario educativo”.
“En concreto, los profesores debemos aprender a trabajar los procesos cognitivos de los estudiantes a nivel inferior, es decir, los fundamentos. De lo contrario, en lugar de IA generativa, vamos a enfrentarnos a una IA degenerativa”, añade Poyatos.

Los expertos consideran que un acompañamiento y un direccionamiento son clave. “En la secundaria nos jugamos muchísimo. Por culpa de la IA mal integrada, los alumnos pueden pensar menos en la edad en la que están desarrollando sus capacidades cognitivas, su espíritu crítico y su capacidad de análisis”, reflexionaba Pujol en una reciente entrevista a EL PAÍS. Este profesor pide a sus alumnos que incluyan las respuestas de los asistentes en sus tareas y que reflexionen a partir de ellas. “En el escenario correcto, lleva a los alumnos a una reflexión superior”, señala.
Pero la formación docente puede significar más. “Se necesita regulación”, apunta Poyatos, “hay que construir un entorno seguro que garantice la privacidad de los datos de los estudiantes y su trazabilidad”. La mayoría de datos que los usuarios introducen en los programas de IA terminan en centros de datos alojados en el extranjero, y los usuarios no tienen ningún control sobre ellos. En 2023, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) abrió una investigación de oficio contra OpenAI por posibles violaciones de la normativa de protección de datos.
En educación, Open AI ha respondido con el lanzamiento de ChatGPT Edu, un espacio que utiliza la tecnología del chatbot, pero donde los trabajos se realizan en un entorno seguro, sin fuga de datos, según la empresa. Aun así, Poyatos opina que es urgente que se establezcan entornos educativos ajenos a las grandes tecnológicas y que se adapten a las variedades culturales de España: “Hemos trabajado muchos años con Moodle y en la capital contamos con EducaMadrid. Hemos demostrado que no es imposible tener algo propio y seguro”. En paralelo, argumenta que no es necesario desarrollar tecnología al nivel de ChatGPT, que utiliza millones de parámetros en su entrenamiento. Un asistente con nivel inferior sería suficiente para el entorno educativo.
La formación también debe concentrarse en las relaciones que los estudiantes forjan con estos programas, de otro modo, los riesgos son varios. “Hay estudios que evidencian que si no hay acompañamiento, la relación entre estudiantes y estos programas termina perjudicando la comunicación entre compañeros, que ya no se juntan a contrastar respuestas o a compartir el resultado de sus trabajos, simplemente confían lo que les dice el chatbot”, comenta Poyatos. Este tipo de interacción puede implicar riesgos más altos.
En Estados Unidos, un adolescente se suicidó en 2023 tras establecer una relación de dependencia con el asistente virtual Character AI. Elena Martínez, directora de Empantallados, cree que también es fundamental que exista una orientación desde los hogares, donde, señala, las restricciones en el uso de IA pasan a ser nulas. “De lo contrario, se seguirán repitiendo episodios como los de las fotos de falsos desnudos creados con inteligencia artificial, que atentaban contra los adolescentes”, añade.
La percepción de cómo los centros educativos atienden a la llegada de la tecnología aún es baja. El estudio de GAD3 revela que solo el 40% de los padres, profesores y alumnos consideran que los centros educativos están preparando adecuadamente a los estudiantes para el uso efectivo y ético de estas herramientas. “Tenemos muchas peticiones de asociaciones de padres y madres en colegios públicos y concertados para que les apoyemos en este aspecto”, zanja Martínez.
Poyatos defiende que los profesores están actualmente en un momento de formación. Expone que la clave es aprender a diseñar situaciones de aprendizaje con IA, pero sin olvidar el rigor curricular y siguiendo la normativa nacional. Este docente, que acumula 15 años de experiencia enseñando en secundaria, considera más urgente que los nuevos profesores posean un profundo conocimiento pedagógico, acompañado de destrezas tecnológicas.
El estudio, sin embargo, también deja un mensaje positivo por parte del alumnado. Nueve de cada diez consideran que la IA no va a reemplazar a sus profesores. “Es un activo clave que hay que proteger”, considera Pujol. Poyatos, por su parte, cita una frase del filósofo educativo Paulo Freire: “La educación es un acto de amor y también de valor”. Por muy inteligente que sea la IA, explica, nunca va a sustituir la relación entre alumnos y profesores, “porque la educación se basa en las conexiones humanas. No podemos delegar a un algoritmo el diseño de las experiencias de nuestros estudiantes”.
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