Susana Díaz, Frank Cuesta y la sorpresa fingida
Ahora los que le reían las gracias a Cuesta tienen que simular asombro al descubrir que está más cerca de Tiger King que del amigo Félix. ¿De verdad no se lo habían olido ya? Ningún adulto que lleve la visera hacia atrás merece credibilidad alguna


Si los guionistas de Del revés están buscando emociones para una tercera parte, les recomiendo la sorpresa fingida. Requiere cierta madurez, lo que encaja con el desarrollo de Riley, y resulta muy visual. Esta semana ha sido el ademán perpetuo de Susana Díaz, política y colaboradora de Espejo público. La senadora sale citada en esos WhatsApp entre Sánchez y Ábalos en los que se leen cosas demodés como “pájara” y “petardo” —les faltó “pilingui” o “merluzo”, pero como hay más material, no pierdo la esperanza—. A la senadora le ha tocado un comentario con poca enjundia: “Susana sí que está jodida”, pero no ha hecho falta más. “Vean la reacción de Susana Díaz al descubrir lo que Pedro Sánchez dice de ella”, avanzan en plató mientras en un recuadro ella mantiene el gesto entre contrito, apesadumbrado y desafiante. Tal parece que acaba de descubrir que no está en la lista de mejores amigos del presidente, aunque todos los demás recordamos la guerra feroz entre sanchistas y susanistas de 2016 que tuvo como colofón el hilarante: “Les guste o no, la máxima autoridad en el PSOE soy yo”, de Verónica Pérez. No entiendo que esa frase no acabase estampada en una camiseta y en la tienda de merchandising del partido, yo me habría comprado tres.
Mientras contemplo el plano fijo de Díaz, que ríanse de Garbo como Cristina de Suecia, echo de menos los buenos tiempos de Sálvame. Ese momento pide uno de sus giros de guion y a Jorge Javier anunciando que también tienen los WhatsApp en los que ella cuenta lo que opina de Sánchez. Esa es la expresión que quisiera ver, no me juzguen, el infoentretenimiento me ha hecho así.
Con la misma sorpresa fingida recibieron los seguidores —los tiene, lo juro— de Frank Cuesta un vídeo en el que, disfrazado de Bob Pop, confesaba que lo suyo era puro teatro. Ahora los que le reían las gracias tienen que simular asombro al descubrir que está más cerca de Tiger King que del amigo Félix. ¿De verdad no se lo habían olido ya? Ningún adulto que lleve la visera hacia atrás merece credibilidad alguna. No tardó en compartir una secuela exprés en la que se desdecía, pero no quise saber más; todavía estoy digiriendo una foto reciente de Ayuso en su santuario —que ahora parece no ser tan santo— con un guacamayo en la cabeza. Confieso que, aunque me crea curada de espantos políticos, esa imagen sí me sorprendió. Y no tuve que fingirlo.
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