Los bordes de la socialdemocracia
Está clara la naturaleza de la oferta programática de quien ganará la primaria de izquierdas. Guste o no, no hay ninguna alternativa para que se articule algo distinto a un programa socialdemócrata

Chile se encuentra a tres días de que venza el plazo para inscribir elecciones primarias con el fin de elegir candidatos presidenciales a escala de militantes de partidos (una posibilidad legal, pero imaginaria), y en todos los casos de formato amplio y popular para toda una coalición (que es lo que ocurrirá). Sólo se ve como probabilidad cierta que las izquierdas inscriban candidaturas (directamente o apoyando a algún candidato), incluido el Partido Socialista cuya candidata proclamada se mueve entre el 0% y el 1% de las preferencias: la única duda es saber si el partido de Salvador Allende se rendirá ante la evidencia o continuará por la senda del chauvinismo y de la vía identitaria a la catástrofe.
Lo que sí está claro es la naturaleza de la oferta programática de quien ganará la primaria de izquierdas. Guste o no, no hay ninguna alternativa para que se articule algo distinto a un programa socialdemócrata: la influencia venezolana o boliviana es tan marginal y decadente en las izquierdas chilenas que los candidatos deberán moverse dentro de los márgenes de la socialdemocracia.
Si este es el horizonte inevitable, si estos son los bordes programáticos, entonces será interesante observar cómo se mueven los candidatos y los partidos, con una que otra retórica de izquierdas, en la cancha universalista de la socialdemocracia. Se podrá ser más o menos liberal, más menos defensor de un sistema de seguridad social con delivery preferente por agencias estatales, o más proclive a la satisfacción de derechos sociales mediante un régimen de lo público. Pero lo que no se puede prometer, ni menos comprometer, es un programa de naturaleza socialista que suponga alguna forma de nacionalización de los medios de producción, estatismo y formas (eventualmente “participativas”) de planificación económica. El estado del mundo está tan convulsionado que los tiempos no están para ofertas audaces. Este es el problema que tendrá que sortear la candidata comunista Jeannette Jara, cuyo partido aborrece de la política socialdemócrata (partiendo por la palabra, asimilada a un “amarillismo” que no hace sentido): pero este no es el problema que enfrentará el resto de los candidatos de izquierdas.
Entonces, ¿cómo perfilar una candidatura de izquierdas sin pagar los costos de un programa cuyos bordes son socialdemócratas, con un gobierno de Gabriel Boric que se ha movido dentro de esos bordes y a tan solo tres años y medio de haber ensayado una propuesta de nueva Constitución que nadie, salvo algunos juristas, concibió como inspirada por valores socialdemócratas? La paliza en el plebiscito de 2022 fue también una paliza a cualquier ideario particularista. Esta pregunta es relevante, ya que en una elección primaria de izquierdas se busca hablar a nichos ideológicos y electorales, por definición pequeños, cuya fuerza decae a medida que más personas concurren a votar. Aún más: es importante no perder de vista que las izquierdas en el mundo están en retroceso, precisamente porque el proyecto socialdemócrata clásico (el de derechos sociales universales cuyo goce descansaba en el pleno empleo, el crecimiento sostenido y pactos sociales que alcanzaron su apogeo durante tres décadas -las famosas “treinta gloriosas”, entre 1945 y 1975) carece hoy en día de sus condiciones de posibilidad. Lo mismo se puede decir de las fórmulas liberales de socialdemocracia, como la Tercera Vía, cuya captura ideológica por ideas neoliberales llevó a pagar los costos culturales y electorales de la indiferenciación con las derechas dos décadas después. ¿Qué hacer ante el proteccionismo anti-neoliberal de Donald Trump? La ironía es que las izquierdas, en Chile y en el mundo, se transformen en promotoras del libre comercio bajo reglas (neoliberales) que el propio Trump está cuestionando.
Es con todas estas cosas a la vista que las izquierdas y sus candidatos deberán moverse. Los reflejos identitarios, anatemizados por el lenguaje del movimiento woke tan bien manipulado por la derecha y bien descritos por las políticas de la identidad, han permitido a las izquierdas resistir a su propia crisis intelectual, y no de mala forma en Chile: mal que mal, el gobierno del presidente Boric tiene un 30% constante de adhesión y los partidos de izquierdas no sufrieron ningún tipo de debacle en las últimas elecciones municipales. Esto quiere entonces decir que, a pesar de su crisis intelectual, las izquierdas sin mucho diseño han logrado conciliar -casi de modo intuitivo- las causas universales que se encuentran instaladas en la cultura de los chilenos y las causas identitarias por las que se mueven no pocos jóvenes. Por consiguiente, un trabajo de racionalización relativamente bien hecho y coherente le debiese permitir a la izquierda articular una oferta de lo que Weber llamaba “bienes de salvación” con capacidad para persuadir: tal vez no para ganar la elección de finales de año, pero sí para pasar holgadamente a la segunda vuelta.
El socialismo tal cual lo imaginó Marx en sus escritos más políticos es una bella utopía, irrealizable en el siglo XXI de acuerdo a los parámetros del siglo XIX. Lo que se puede y debe rescatar es el ideal de fraternidad y coordinación universal: tal como ha argumentado Evgeny Morozov, la tecnología entrega soportes para la coordinación, aunque carece del poder de significar las formas de un “socialismo digital” sobre el cual es posible pensar de modo revolucionario.
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