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Madrid, ciudad de obras

La capital no ha parado de expandirse y ya ha rellenado prácticamente todo su término municipal. Si quiere seguir creciendo, tiene que optar por diferentes modelos. Mirar hacia otros municipios o reinventarse. Visitamos cinco áreas, dentro y fuera de la ciudad, que ilustran ese desarrollo a futuro.

Las obras del soterramiento del tramo urbano de la autovía A-5, vistas desde el Anillo Verde Ciclista que rodea Madrid.

En el año 2001 el actor Danny DeVito estaba promocionando su última película en España. Estando en Madrid, se le preguntó si le gustaba la ciudad y respondió que sí, pero que “ganará mucho el día que encuentren el tesoro”, ironizando sobre la enorme cantidad de obras que estaban teniendo lugar. Y no era para menos: las excavadoras estaban por medio Madrid, entre ese año y el anterior se habían producido más de 1.000 kilómetros de zanjas y se estaban realizando importantes operaciones de construcción, como la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, la ampliación del Museo del Prado o el derribo del scalextric de Santa María de la Cabeza. Madrid estaba en obras y todo se debía al Plan General de Ordenación Urbana de 1997, ahora obsoleto, que el gobierno del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, pretende modelar para afrontar los nuevos desafíos metropolitanos.

Desde la rehabilitación de barrios históricos como Lavapiés o Malasaña hasta la reconversión del Matadero de Arganzuela; desde la Operación Cuatro Torres hasta la creación de varios PAU (Programa de Actuación Urbanística): de norte a sur todo venía contemplado en ese plan. La capital no estaba buscando un tesoro, lo estaba usando; construía hacia la periferia rentabilizando los páramos de arcilla y yeso que la rodean.

Su singularidad como capital europea sin un gran río ni mar le estaba siendo muy útil, podía permitirse mirar a la meseta sin límite. Ancha es Castilla dice el refranero. O ancha era, porque hoy no queda más periferia. Prácticamente todo el término municipal urbanizable está ya utilizado o tiene proyectos que consideran hacerlo.

La ciudad se ve obligada, si quiere seguir creciendo, a mirar más allá de sus límites y reconfigurar su interior.

Un proyecto de construcción de una urbanización de lujo en Majadahonda.

Entre Boadilla del Monte y Majadahonda apenas se oye nada. Alejados del tráfico que apabulla a la capital, estos municipios viven en otra sintonía. A pesar de ello, a primeras horas de la mañana los pitidos de camiones dando marcha atrás y algunas voces rompen el silencio. Hablan en rumano, búlgaro, árabe y castellano, son pequeñas representaciones de la Torre de Babel construyendo urbanizaciones de lujo. Estos son tan solo dos municipios de la casi veintena que en la Comunidad de Madrid han proyectado desarrollos urbanísticos de gran calado. Una de cada cuatro casas se construirá fuera de la capital según refleja el Informe Trinity elaborado por Asprima, la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid. Esto evidencia, según Jorge Sequera, sociólogo y director del Grupo de Estudios Críticos Urbanos de la UNED, el flujo de población que cambia de domicilio más allá de la circunvalación M-30. Flujos centrípetos para trabajar y centrífugos para residir. Sequera argumenta que en una urbe como Madrid el modelo de la ciudad de los 15 minutos no se cumple “ni de lejos”. “La mayoría de nuestros movimientos tienen que ver con el trabajo, no con ir a comprar el pan. Y si la vivienda que se puede permitir una persona que trabaja en Madrid está a una hora de desplazamiento, hay un problema. Necesitamos reformular la ciudad alrededor del trabajo y no pensar solo en transporte, movilidad o vivienda, aunque sean sumamente importantes”, resalta el sociólogo.

Aunque en Majadahonda ya se ven casas terminadas, algunos municipios tardarán más en finalizar toda la construcción, que podría alargarse hasta 2050. Es el caso de Brunete, que cuenta con el mayor proyecto urbanístico de este tipo. Tras la Guerra Civil, el municipio quedó prácticamente destruido y, aunque más tarde fue reconstruido, no recuperó la población prebélica hasta los años noventa, según el INE. Desde entonces, ha quintuplicado su población superando los 11.000 habitantes. Los planes urbanísticos vaticinan que seguirá aumentando. Según el informe de Asprima, se han proyectado más de 17.500 viviendas que alojarán a una población estimada de 52.000 personas; más que el distrito entero de Barajas en la actualidad. Un proyecto de ciudad a 35 kilómetros de la Gran Vía. Madrid se extiende fuera de sí. En pleno cinturón rojo, en Rivas-Vaciamadrid, se ve con claridad.

La Cañada Real Galiana y al fondo nuevas edificaciones en Rivas-Vaciamadrid.

Desde una pequeña colina en la Cañada Real Galiana en la que solo hay unos almendros jóvenes y desperdigados y unos postes eléctricos herrumbrosos, se ve —y se oye— el desarrollo de Madrid. De frente, al fondo, Rivas, donde solo se escucha algún coche de vez en cuando, entre sus bloques en blanco y negro y sus adosados —también dicromáticos—, que apenas descienden del medio millón de euros los más baratos. Abajo, la Cañada, con sus tejados de uralita, sus muros desvencijados, sus ladrillos desnudos y sus trinos de gallos, tórtolas y motocicletas de dos tiempos. Detrás, la M-50 y su estruendo; y tras ella, la capital, extendiéndose con uno de sus nuevos barrios: Los Ahijones, que tendrá casi 19.000 viviendas una vez terminado. Rivas-Vaciamadrid experimentó un verdadero auge demográfico a finales del siglo XX. Creció desde los 652 habitantes de las cooperativas obreras de 1981 hasta los más de 100.000 actuales, situándose entre los municipios más poblados de la región. Fue una de las primeras localidades que creció junto con Madrid, lo que ha provocado que empiece a adolecer del mismo problema que la capital: el espacio urbanizable se empieza a agotar. En este sentido, Javier Burón, director gerente de la empresa pública de suelo industrial del Gobierno de Navarra y autor de El problema de la vivienda: cómo desactivar la bomba de relojería que amenaza con colapsar España (Arpa Editorial), opina que el problema no reside en que Madrid se extienda sobrepasando su término municipal, pues se comporta como región metropolitana, sino en la ausencia de una adecuada programación para gestionar la expansión. “El problema de Madrid en este sentido [desarrollo de vivienda] es que no se está planificando. Está planificando el mercado”, puntualiza Burón.

Obras de remodelación de la estación de Chamartín-Clara Campoamor.

Entre los rascacielos del Cuatro Torres Business Area y las cocheras y vías de la estación de Chamartín se encuentra la colonia de San Cristóbal. Cuando se construyeron estos bloques de ladrillo rojo, arcos blancos y toldos verdes, durante la década de los cincuenta, para los trabajadores de la Empresa Municipal de Transporte, todo era explanada y los vecinos decían “bajar a Madrid” para referirse al centro. Pero hoy se encuentra en medio de la mayor operación de transformación urbana de España, Madrid Nuevo Norte. Con las torres del paseo de la Castellana ensombreciendo todas las tardes desde el oeste y con las obras por el soterramiento de las vías por el este. Situado sobre terrenos anteriormente ocupados por infraestructura ferroviaria, el proyecto pretende reconectar barrios divididos e impulsar el distrito financiero. Está dirigido entre el Ayuntamiento, la comunidad, el Ministerio de Transportes y la promotora Distrito Castellana Norte. Si Madrid se copa, Madrid reformula y soterra para construir. José María Ezquiaga, arquitecto, premio Nacional de Urbanismo 2005 y uno de los nueve expertos independientes del Consejo Asesor Urbanístico para la redacción del nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Madrid, considera que el plan de Madrid Nuevo Norte sí está justificado al estar concebido para regenerar una zona de prestigio que se encontraba en un ámbito obsoleto; pero lamenta que en el desarrollo del proyecto no se tuviera en cuenta una creación de vivienda social y vivienda libre más equilibrada. Por el contrario, Requena cuestiona la utilidad real de la construcción de 987.000 metros cuadrados de oficinas en una ciudad que tiene vacías “de sobra”. En torno a 1,8 millones de metros cuadrados, según las estimaciones de la consultora EY.

Al suroeste, a 10 kilómetros, se ejecuta el otro gran soterramiento de la ciudad, el del tramo urbano de la A-5. Mirando a la capital desde el puente del Anillo Verde Ciclista que rodea Madrid se ve la magnitud de la obra. Excavadoras, furgonetas, camiones hormigonera, pilotadoras, perforadoras y grúas blancas, azules, verdes, rojas y amarillas. Un parchís de la construcción para enterrar el tramo que separa los barrios de Lucero, Aluche y Las Águilas de Campamento y Casa de Campo desde 1968. Por aquí pasan a diario 80.000 vehículos y con esta obra se pretende reducir a 9.000. Sin embargo, esta operación amenaza con convertirse, como defiende el profesor de la UNED, en un proceso de gentrificación al no tener un plan de acción social: “Es una zona de clase trabajadora, con esta actuación se van a revalorizar los precios y este sector social que antes podía permitirse pagar ese barrio, no podrá”. Ezquiaga resalta: “La solución no está en hacer más y mejores infraestructuras para el automóvil, sino en ir ayudando a que la movilidad sea menos forzosa”.

El abandonado cuartel Alfonso XIII en el complejo militar de Campamento.

Siguiendo la A-5 en dirección a Extremadura, a mano derecha, rodeado de muros desconchados y grafiteados, está el viejo conjunto militar de Campamento. Dentro, el terreno enfangado, botellas de alcohol y vasos de plástico delatan el abandono del cuartel Alfonso XIII. Sin embargo, en la puerta de entrada, un detalle revela que allí tiene lugar una de las mayores propuestas de regeneración urbana de la capital: los letreros de la Entidad Estatal de Suelo (Sepes). Estos terrenos, originalmente propiedad del Ministerio de Defensa, fueron adquiridos y traspasados a Sepes en 2005 con el objetivo de promover vivienda pública, pero el proyecto se estancó. Hasta que se retomó en 2022 durante el debate del estado de la nación y, ahora, tras el acuerdo entre administraciones, se inicia la operación. Casi 11.000 viviendas, al menos el 65% con algún tipo de protección. Burón defiende esta actuación por la problemática de vivienda en la capital. “Aquí estamos hablando de algo que Madrid tiene muy poco: vivienda permanentemente asequible. Madrid necesita muchas más operaciones Campamento”.

El bloque de viviendas de la calle de Lagasca, 99, el alquiler más caro de la ciudad.

Los desarrollos urbanos de las últimas décadas favorecieron el crecimiento hacia la periferia, hacia los límites, y por el camino se fueron creando dos realidades: Madrid norte y Madrid sur. La primera acumula mejores servicios, mejor infraestructura y más renta. La segunda, todo lo contrario. Ester Higueras, arquitecta y urbanista especialista en planificación ambiental y salud urbana, lo define como una barrera invisible que “cruza y divide Madrid en noroeste y sureste. Si se coge cualquier índice: recursos económicos, precio de la vivienda o esperanza de vida, se puede ver la diferencia”. Nada tiene que ver el bloque de Lagasca, 99, el alquiler más caro de Madrid en pleno barrio de Salamanca, con Vicálvaro, a cuatro paradas de metro. La ciudad necesita invertir en regenerar, no en expandir. Es la tesis de la urbanista, que defiende que la urbe se encuentra en el momento idóneo para abordar los grandes proyectos de rehabilitación urbana. Como los propuestos en el Plan General de Ordenación Urbana que, según Higueras, están bien dirigidos pero “podrían estar mejor”. Madrid seguirá creciendo. Para ello tendrá que mirar hacia adentro, hacia afuera y hacia abajo.

Especial Madrid 'El País Semanal'

Este artículo forma parte de un número especial dedicado a la ciudad de Madrid que se publica este domingo en 'El País Semanal'.

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